Vitoria. Tantos años preparando un número, y apenas puede mostrarse en unos minutos. Tantos meses disponiendo un festival, y se van en apenas siete días. Magialdia ya truquea a pleno pulmón y deja sin aire, a diario, a cientos de gasteiztarras. Se quedó sin buena parte de su presupuesto, pero ha sacado de la chistera sus mejores ilusiones.
Cuesta reunirlas de buena mañana, pero el show de Mister Twiter espera, cada día, a las remesas de escolares locales que van llegando hasta el centro cívico Lakua. En dos sesiones, convierte una sencilla mañana de entre semana, en pleno inicio de curso, en un instante especial en el que los ojos aprenden también unas cuantas lecciones.
Breves pero inolvidables son las que han comenzado a repartir Jorge Moneo y Marina Suárez cada tarde en los talleres mágicos de Artium. "Magos oficiales no somos", reconoce Marina, pero este año han añadido al txoko que cada año sirve para que los txikis diseñen su propia carta -será el sábado, a las 12.00, en el mismo museo- estos miniespacios de los que los niños y niñas salen, cada vez, cargados con dos trucos nuevos que ofrecer a su propio público.
"Son algo más de sesenta niños por día", explica Jorge, divididos en tres sesiones de media hora -las invitaciones se reparten desde las 17.00 en la taquilla del centro- que van alternando los trucos. Hoy toca uno en el que, a través de tablas numéricas, adivinan una cifra. Enfundados en sendas camisetas del Barsa, los dos primeros magos txikis en prácticas -¿será Messi un prestidigitador?- no fallan, aunque Marina insiste en que no hay que tomarse tanta prisa por demostrar. "Primero el saludo de mago". En el segundo truco, tienen que hacer un nudo con una cuerda sin soltar los extremos. "Haced como si estuviérais enfadados", propone Jorge. Ése era el quid. Cruzar los brazos.
Los de Ramón Rioboo han transitado tantos trucos como celuloide. Por eso hace tres años recibió la llamada de Magialdia. "Buscaban un mago que supiera de cine o un cineasta que supiera de magia", recuerda. Y él cumplía ambas condiciones. Realizador de TVE durante muchos años -Días de cine, Telediario, Vivir cada día...-, ahora dirige este ciclo de ilusionismo y séptimo arte. "Este año se han cogido películas dedicadas al mentalismo", explica, reconociendo a un público fiel de "un 20 o un 30% a las sesiones". El origen de la afición al cine, tras realizar el programa estatal de cabecera del medio, está claro. Pero, ¿cómo se cruzó la magia en su camino? "De crío, como a todos, me gustaba", recuerda, pero la cosa no pasó a mayores. Sin embargo, hace dos décadas, "paseando, vi un letrero en el que ponía 'se dan clases de ilusionismo', fui por curiosidad y me encantó". Así de simple, sin ningún tipo de truco.
Hoy toca la proyección de El rostro, del mago Bergman, una cinta que vio hace ya tiempo y que en su revisionado -cosa que a veces no sucede- "me ha seguido gustando". La psicología manda en una cinta en la que al director sueco le interesa más "mostrar el contraste entre escépticos y místicos". Y es que esto de la magia, además de distracción -misdirection, dice el anglosajón- tiene mucho de psicología. Son dos medios afines. "Antes de 1900, Georges Méliès era mago". Mago de ese cortar y pegar que, hecho con artesanía, es de alguna manera el secreto de la magia.
Comparten los suyos, para el que quiere verlos -y de cerca- los tres magos que han dibujado las rutas mágicas por el Casco Viejo. Woody Aragón en el Cordón, Pipo Villanueva en el Bibat, y Héctor Mancha en Ortzai. Piezas de treinta minutos para disfrutar del gesto del mago, de su estilo, de su cadencia. Para caer en esa misdirection una y otra vez o, quizás, robarle en cada truco un pequeño detalle que se le escapa. Quién sabe. Ése debe ser el oficio del espectador. Nunca rendirse, siempre buscar. Y de él viven, precisamente, los ilusionistas.
Magos que siguen recorriendo la ciudad, acostumbrada a recibirles una vez al año, cultivada en los trucos y en la rutina de sus rutas. Rutas escondidas en los reflejos de sus escaparates, en el refugio de los profesionales del palacio Europa, en una siempre espectacular gala de escena para la que -insólito- este año todavía quedan algunas entradas a la venta. También quedan unos cuantos días para dejarse llevar por el programa, que ofrece muchos recovecos sencillos para tomarse una ración de magia o para empacharse de todas sus aristas. Para quedarse sin aire. Y volver a tomarlo con otro nuevo paladar.