La mirada se pierde en el horizonte. A unos 40 metros de altura, los ojos saltan de un edificio a otro, escudriñando cada barrio de la capital alavesa para llegar a las fronteras que marcan los montes. Toda una ciudad de miles y miles de habitantes, así como otras poblaciones cercanas, contemplada desde su particular atalaya. Desde el pasado día 4, cualquiera que lo desee, incluso aunque tenga algún tipo de discapacidad física, puede subir hasta aquí para dejarse llevar desde el cielo de Vitoria.
A lo largo de este mes que hoy termina, la Catedral Santa María ha puesto en marcha tres nuevos espacios para poder ser visitados: la torre, la nave y la cripta. Y el resultado está siendo un éxito de público que sumar a la gran demanda del programa ya conocido de recorridos por el templo. Hay mucho que ver. Pero también queda mucho por hacer, aunque el responsable de la Fundación que se encarga de la recuperación del edificio, Juan Ignacio Lasagabaster, repite, sin descanso, que los ritmos, ahora más que nunca, los marcan las disponibilidades económicas. Y no sólo las propias ya que se están encontrando con empresas, por ejemplo canteras, que también están teniendo serios problemas por la crisis.
Sin perder de vista las cuestiones monetarias, el trabajo es imparable. Eso se ve al segundo cuando se entra en uno de los dos niveles de la cripta que ya está habilitado. El otro va camino y estará para finales de año. De momento, el espacio está vacío, más allá de los andamios propios de la obra, aunque su función dentro de no mucho tendrá un claro objetivo didáctico en varios frentes, desde el histórico y arquitectónico (para explicar, por ejemplo, los métodos constructivos medievales) hasta el geológico (ya que en esta zona del subsuelo se han encontrado fósiles cuyo estudio se está realizando junto al Museo de Ciencias Naturales de Álava).
Desde aquí también se vislumbra la bóveda que cubrirá las criptas conformando el piso del presbiterio, un trabajo que Lasagabaster no duda en calificar como una de las obras en este campo más importantes del mundo.
Ya en la nave, que estará conectada con la cripta por un ascensor, el ir y venir de los bautizados como Cascos Azules es constante. Así llaman en Santa María a los visitantes sin guía que desde principios de este mes pueden acceder a este espacio. Como es lógico, se les distingue porque los casos de obra que deben llevar son de este color. Eso sí, no entran sin más. Cuentan con un amplio folleto explicativo que se complementa con dos pantallas situadas en otras tantas capillas donde se ofrecen distintas informaciones.
Aquí lo que se está haciendo y lo que se va a realizar de inmediato es un no parar. El suelo está casi completo aunque protegido de las pisadas. Queda pendiente el presbiterio (que destacará por su color negro) y el altar, donde no se instalará el existente hasta el cierre del templo en 1994, sino el que aquí mismo se encontraba en el siglo XIX, que ahora descansa en un almacén del Obispado. "Está en buenas condiciones y para final de año lo tendremos aquí en perfecto estado", señala Lasagabaster. Además, dentro de poco se comenzará a trabajar en el suelo de cada una de las capillas, que será radiante para ayudar a mantener una determinada temperatura dentro del edificio. De hecho, ahora se están llevando a cabo los distintos procedimientos administrativos para contar con los nuevos sistemas de calefacción, sonido e iluminación. En este último caso, cabe señalar que para poder tener la potencia suficiente para cubrir las necesidades del edificio, en el cantón de Santa María, se está construyendo un espacio para instalar el transformador necesario (lugar que, de manera anexa, tendrá unos baños públicos).
Pero, sin duda, la acción inmediata que más va a transformar la vida de la Catedral desde que se empezó a aplicar el Plan Director de su recuperación va a ser la retirada de casi todo el andamiaje de la nave (no del total puesto que quedan grietas sobre las que hay que seguir actuando), aunque también se quitarán algunos elementos exteriores. Esto va a suponer que los visitantes ya no verán el templo desde las alturas. El desmontaje terminará a finales de año y se va a ir realizando de manera escalonada, lo que va a permitir que el acceso de personas no se interrumpa. "El resultado va a ser una gran sorpresa para todos, incluso para nosotros", señala el responsable del espacio, quien apunta que la intención en la nave, más allá de su uso religioso, tiene también carácter divulgativo "para explicar todo lo que aquí ha pasado".
Lo que no está tan claro es que el templo se pueda abrir al culto el 8 de diciembre. Sí, puede que ese día se celebre una misa como quiere el Obispado, pero en la Fundación no se atreven a ir más allá, y menos después de tener que aplazar los mismos planes el pasado abril. "Ya veremos", dice Lasagabaster.
Del subsuelo y, por así decirlo, la cota cero, empieza el viaje hacia el cielo. Un primer ascensor, activo desde 2010, y su hermana escalera dan inicio a la escalada para llegar hasta el andamio que rodea el pórtico. Desde aquí se observa una de las zonas de la torre que estará acristalada en un futuro para poder dar una mirada inicial a la ciudad. Siguiendo el recorrido se llega hasta estar justo encima de la plaza Santa María, que va a comenzar a liberarse, por lo menos en parte, dentro de poco por la propia marcha de las obras, aunque, de momento, se mantendrá el techo existente en la actualidad.
Dentro ya del cuerpo de la torre, se encuentra la moderna escalera y el nuevo ascensor acristalado que se sustenta sobre una estructura de madera, un espacio en el que se quiere habilitar un lugar donde se ofrezca información arquitectónica así como un sitio de relax y desde donde también se tendrá una visión privilegiada puesto que aquí también habrá cristal.
En grupos de 20 personas, y superando lo que vendrían a ser tres pisos de una casa, se llega a la zona de las campanas (que todavía no han vuelto a su casa, pero lo harán en un futuro), a esos 40 metros de altura que ofrecen una visión de Gasteiz difícil de imaginar. En realidad, Santa María llega hasta los 60 metros, pero el acceso es sólo para el personal de la Catedral. Cuando el reloj esté instalado y se acristale su espacio, sí habrá posibilidad de acceder a este nuevo mirador un poco más alto del límite actual.
Pero eso ya llegará. De momento, la Catedral, desde lo más profundo a lo más alto, no detiene su paso. Igual que sus visitantes.