Bilbao. UNA tarde de noviembre de 1990 salía del Centro Reina Sofía de Madrid la escultura Equal-Parallel/Guernica-Bengasi de Richard Serra con motivo de unas reformas del museo. Nunca más se supo de ella y eso que no es nada sencillo ya que la forman cuatro bloques de acero cuyo peso ronda las 38 toneladas. El artista estadounidense acabó realizando otra nueva gratuitamente para la institución madrileña.

Tampoco se tienen datos de La mesa herida, de la artista mexicana Frida Kahlo (1907-1954). Durante décadas, el paradero de la obra, - que fue creada mientras Frida se estaba divorciando de su marido, el pintor Diego Rivera, que le era infiel con su hermana Cristina- ha sido una gran incógnita. Historiadores del arte, tanto mexicanos como extranjeros, le han seguido la pista sin éxito. La última vez que se vio este cuadro fue en una exposición colectiva de arte mexicano en Europa, el 18 de febrero de 1955, meses después de la muerte de Frida Kahlo.

Aquel enorme lienzo de 121,6 x 245,1 centímetros, el más grande que jamás realizara, se evaporó sin dejar huella. A dónde fue a parar continúa siendo un misterio. La mesa herida está perdida. En 1946 la artista lo confió al embajador ruso en México y se sabe que después se mostró en Polonia, donde se encontraba en 1955. Pero hasta ahí llegan las noticias. "Tenemos pruebas de que la obra salió de México; se entregó a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en tiempos de Frida y está en una de las bodegas de algún museo ruso, aunque ignoramos en cuál", concluyó Carlos Phillips, miembro del Fideicomiso de Diego Rivera y Frida Kahlo, que maneja los derechos de reproducción de las obras de ambos creadores.

Estos son solo dos de ejemplos de las decenas de obras de arte que han desaparecido de numerosos museos del mundo, galerías y colecciones privadas. La Tate Gallery de Londres ha puesto en marcha un interesante proyecto, en el que a través de una galería virtual en su página web, el visitante puede ver hasta un total de 20 trabajos de artistas internacionales que se han perdido, han sido pasto de las llamas, catástrofes naturales o han sido destruidas por el propio artista. The Gallery of Lost Art, organizada en colaboración con el canal de televisión Channel 4, está diseñada para que el visitante recorra un enorme almacén en el que se irá topando con las obras perdidas. De momento, se pueden encontrar 20 ejemplos, aunque a lo largo de los próximos seis meses, que estará activa la galería virtual, se irán añadiendo otros 20.

Además de imágenes, el visitante puede acceder a análisis de expertos, información sobre los antecedentes de la obra, las circunstancias de la desaparición o datos sobre piezas relacionadas. La propia comisaria de la exposición y jefa de investigación de las colecciones de la Tate, Jennifer Mundy, explica a los internautas pormenores de estas obras que no se pueden ver físicamente, pero que paradójicamente se han convertido en referentes del arte internacional. Algunas como en el caso de la Mesa herida de Kahlo, podría alcanzar en el mercado un precio insospechado.

sin pistas Otro de los murales que aparecen en la muestra es El Payés catalán en rebeldía, de Joan Miró, que se expuso en 1937 en el Pabellón Español de la Exposición Universal de París junto al Guernica de Picasso, y que desapareció en un viaje a Valencia después de haber sido donada a la República. Setenta y cinco años después, no hay ninguna pista de dónde se puede encontrar esta emblemática obra del artista catalán. También de Diego Rivera hay depositada en este almacén virtual una de sus obras. Se trata del mural que pintó en el Rockefeller Center El hombre en el cruce de caminos o El hombre controlador del universo, que quedó inconclusa a raíz de la inclusión de un retrato de Lenin que disgustó al magnate.

Otra de las obras que no podía faltar es Fountain, el urinario original que Marcel Duchamp expuso en 1917 bajo seudónimo y que luego desapareció. Duchamp causó un gran escándalo cuando exhibió en el Museo de Arte Moderno de Nueva York un urinario masculino de porcelana blanca, que llevaba por título Fuente. Era la primera vez que un objeto cotidiano se exponía en el interior de un museo, dejando a un lado piezas de escultura o pintura. El urinario, que se tuvo que retirar entre grandes muestras de indignación, ha desaparecido. A pesar de ello, ha sido elegida la obra de arte más influyente del siglo XX, a partir de una encuesta realizada a 500 críticos, galeristas y artistas británicos.

El valor de las obras que acabaron destruidas por accidentes u otras calamidades es incalculable. "Aunque cuando hay pérdidas resulta casi trivial hablar de pérdidas materiales", puntualiza la comisaria de esta interesante exposición virtual. Por ejemplo, en el atentado del 11-S se estima que las obras de arte carbonizadas alcanzaron un valor de 822 millones de euros.

En la página web de la Tate se puede ver, también la pieza Everyone I Have Ever Slept With, de la artista británica Tracey Emin, que consistía en una tienda de campaña adornada con los nombres de todas las personas con quienes alguna vez durmió, incluidos compañeros sexuales, familiares con quienes trasnochó en su infancia, su hermano mellizo y sus dos embarazos perdidos. Ésta, junto con muchas otras de Emin, fue destruida en un incendio en Londres el 26 de mayo de 2004.

En esta revolucionaria galería se puede ver también el dibujo que en 1953 Rauschenberg compró a Willem de Kooning, que posteriormente borró y exhibió bajo el título De Kooning borrado por Rauschenberg. Rauschenberg vendió el cuadro "por diez de los grandes". "¿Has vendido mi cuadro?", le preguntó De Kooning. "No, yo he borrado tu cuadro. Lo que he vendido es mi borradura", respondió Rauschenberg. Otra pieza destrozada, en esta ocasión por culpa de la intransigencia humana, fue la escultura Large Head (The New Man), de Otto Freundlich, destruida en torno a 1937 por los nazis, por considerarla una obra degenerada.

También sucumbió presa de las llamas buena parte de la producción del artista conceptual californiano John Baldessari. El 24 de julio de 1970 John Baldessari dejó que el fuego devorara toda su obra, anterior a 1966 y guardó las cenizas en una urna en forma de libro como testimonio de los hechos. Una drástica acción que simbolizaba la respuesta a las dudas del artista respecto al arte dominante de aquella época, un "incendio purificador" que simbolizó su renacer artístico. La exposición se mantendrá.

> para visitar la galería

www.galleryoflostart.com.