Vitoria. La corrida de ayer venía presentada en dos partes. Una con toros pertenecientes al encaste Domecq y en la que se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, de Parladé y de Zalduendo, por ese orden. La segunda mitad estaba dedicada al encaste Atanasio, representado por las ganaderías de Valdefresno, Puerto de San Lorenzo y Los Bayones. Si se hubiera tratado de un concurso de ganaderías, el encaste Atanasio hubiera barrido en comportamiento al de Domecq. Pero lejos de lo comentado, el porqué de la corrida de ayer parecía responder más a una limpieza de corrales que a cualquier intención comparativa.

Fuera como fuera, los de Domecq resultaron muy diferentes en presencia y en comportamiento. Así el primero de la tarde, el toro de Juan Pedro, resultó ser un morlaco un tanto descompesado de lámina, grandote y destartalado. Los dos siguentes, Parladé y Zalduendo, algo terciados aunque bonitos de estampa. Los de Atanasio sacaron las láminas propias de sus respectivas casas sin perder presencia, si bien, el último de Los Bayones resultó feo de cara y también de estampa.

En comportamiento destacaron los lidiados en cuarto y quinto lugar, que fueron esos toros a los que se les pudo cortar las orejas. El primero fue uno de esos que dicen que se puede manejar, un torote que llegaba a los engaños con su cuerpo descompasado y que repetía las embestidas. Segundo y tercero resultaron flojos y se agotaron pronto; apenas si tuvieron algunos pases.

Francisco Rivera Ordóñez, que en la actualidad se anuncia en los carteles como Paquirri, se dejó querer por el público que en ocasiones parece apreciarlo más por sus aparciones en la prensa rosa que por sus actuaciones en las plazas de toros. En su faceta de torero-banderillero, Rivera consigue meterse al público en el bolsillo y dejarlo calentito para cuando llegue el momento de la muleta. Con el primero anduvo bien pero donde de verdad desató las pasiones del público fue en el cuarto de la tarde. El de Valdefresno fue un toro con fondo, que regaló embestidas por doquier y al que Paquirri trató en diferentes terrenos. Tuvo efecto la apertura de faena, doblado por abajo en tablas para sacarlo rápida y efectivamente a los medios, en donde se acopló muy bien en una tanda un tanto rápida de ejecución. A partir de ese momento, la lidia adquirió cierta desorganización, falta de toda estructura. Lo mismo empezaba el torero a ponerse al natural que cambiaba en el instante al pase circular. Todo ello presentado de cara a la galería, en plan bullicioso, mirando al tendido y pidiendo ovaciones que posteriormente se conviertieron en petición de una segunda oreja que la presidencia no concedió.

Castella no encontró agua en el pozo de su primero pero se topó con un toro que sacaba su embestida boyante, el del Puerto de San Lorenzo. La faena se desarrolló en buena parte en el tercio, empapándolo mucho de muleta para sacarlo después a los medios y hacer allí todo el repertorio del torero moderno en el que no puede faltar el tres en uno, ya como suerte fundamental del torero que ha dominado a su adversario, aunque éste no tuviera demasiado que dominar, ya que se entregó todo él a la voluntad del torero. El público despidió al animal con una ovación discreta.

Perera anduvo pesadote con el tercero de la tarde, falto de fuerzas. Encauzó las embestidas a la altura del estaquillador para no verse obligación de rematar las series demasiado arriba. Cuando el toro dejó de moverse el extremeño pasó a un encimismo aburrido y absurdo que no conducía a nada. El que cerraba plaza puso a Perera en aprietos. Apretaba cuando menos se esperaba y tiraba alguna que otra miradita desagradable. Se vio alcanzado y volteado. Pinchó en un par de ocasiones y escuchó una ovación.