Dama de poncho rojo/pelo de plata/y carne morena'. Así cantaba Sabina -su mejor embajador- a Chavela Vargas, amplificando con su popularidad la de una mujer cuyo eco, desde hacía décadas, era más que sonoro en toda la comunidad latinoamericana. Por el boulevard de los sueños rotos se llamaba el tema, con elegante videoclip, dicho sea de paso, rodado por Juanma Bajo Ulloa, y con Ana Álvarez en el papel de la joven Chavela. Pero no es momento de localismos, sino de recordar ya a una cantante universal que fallecía ayer, a los 93 años, en Cuernavaca.
Porque Costa Rica era su origen. Pero México su patria. Y para él iban algunos de sus últimos pensamientos, explicó su médico. Fumadora y bebedora acérrima, le sucedió lo que a Charles Bukowsky, que un bálsamo espiritual cobijó su salud para que, desde esos excesos, construyera durante muchos años una gran carrera. Y su mito. Su autenticidad.
Una autenticidad que marca su carácter de pionera, cultivadora de un género, el de la ranchera, tradicionalmente adherido a la voz masculina. Canciones de amor destinadas a mujeres en garganta de una mujer que también las amo, y de la que se cuentan relaciones con otro icono del arte azteca, Frida Kahlo. La libertad fue su seña de identidad. Y la alegría. Nunca dejó su poncho rojo. Tampoco la pistola, que siempre llevaba al cinto. Pero lo que siempre supo disparar fueron palabras. Directamente a los corazones.
Detuvieron el suyo una insuficiencia respiratoria aguda, una bronconeumonía crónica y una falla renal crónica agudizada. En voz de su galeno, José Manuel Núñez, la artista falleció muy serena y tranquila, recordando a "su México" en sus últimos momentos. A toda su gente. Isabel Vargas Lizano, que ése es su verdadero -mejor dicho, su original- nombre, estuvo hospitalizada desde el domingo pasado, en la citada Cuernavaca, capital del central estado mexicano de Morelos. Unas horas ante de su muerte, su médico ya había informado de que había amanecido con más dificultades respiratorias, debido a su afección pulmonar, aunque se había mantenido despierta y consciente. La artista se opuso desde el primer momento a métodos invasivos, por lo que no le pudieron colocar un respirador artificial. "Su decisión es respetable y no puedo invadirla sin su autorización, máxime si ella se niega".
La cantante llegó a México el 26 de julio, tras casi un mes en España, hasta donde viajó para ofrecer un recital con temas del disco que dedicó al poeta Federico García Lorca, La luna grande, y para presentar a la par sus memorias. Durante esa gira ya estuvo internada en Madrid, tras acusar su salud los rigores del viaje y las actuaciones. El seguidor de Chavela puede pensar que, antes de viajar, era consciente quizás de que sus fuerzas se agotaban, y por ello decidió lanzar un órdago: despedirse de uno de sus públicos más fieles.
De un público que ya la conocía, pero que supo de ella aún más gracias a Joaquín Sabina o a Pedro Almodóvar, que escogió su Piensa en mí para su cinta Tacones lejanos, inmortalizada en la voz de Luz Casal. También inmortal es la luz que deja la dama del exceso. La voz de Macorina, Paloma negra o La llorona. Lágrimas. Muchas lágrimas. 'No sé qué tienen las flores, llorona/las flores del campo santo/que cuando las mueve el viento, llorona/parece que están llorando'. Quien supiera reír como el mundo llora hoy a Chavela.