MADRID. Almodóvar recuerda que desde que la encontró "en el diminuto backstage" de la madrileña Sala Caracol, lleva veinte años despidiéndose de ella, "hasta esta larguísima despedida bajo el sol abrasivo del agosto madrileño".
"Chavela Vargas hizo del abandono y la desolación una catedral en la que cabíamos todos, y de la que se salía reconciliado con los propios errores", escribe el director de cine sobre su amiga la cantante mexicana de origen costarricense.
Al prescindir de los mariachis en las rancheras, señala, Chavela "cambió hasta tal punto el compás original que de una canción pizpireta y bailable ("Piensa en mí") se convirtió en un fado o una nana dolorida".
"Ningún ser vivo cantó con el debido desgarro al genial José Alfredo Jiménez como lo hizo Chavela", asegura Almodóvar, quien recuerda los versos de esa canción: "Y si quieren saber de mi pasado, es preciso decir otra mentira. Les diré que llegué de un mundo raro, que no sé del dolor, que triunfé en el amor y que nunca (Yo nunca, cantaba ella) he llorado".
Para el cineasta, Vargas "se regodeaba en los finales, convertía el lamento en himno, te escupía el final a la cara", lo que provocaba en él, como espectador, una experiencia que le "desbordaba; uno -dice- no está acostumbrado a que te pongan un espejo tan cerca de los ojos".
"En su segunda vida", continúa, Vargas encontró en España "una complicidad que México le negó" y sus canciones ganaron "en dulzura", mientras que a lo largo de los años 90 Chavela "vivió esta noche de amor eterna y feliz con nuestro país y, como cada espectador, siento que esa noche la vivió exclusivamente conmigo".
El director de cine manchego recuerda los momentos en que ambos intentaban dejar de lado sus vicios: ella el alcohol y él el tabaco, "éramos como dos síndromes de abstinencia juntos".
Subraya que en su última visita a Madrid, el pasado mes de julio, durante una comida en casa de la peletera Elena Benarroch esta le preguntó a Vargas si nunca olvidaba las letras de sus canciones y ella le respondió: "a veces, pero siempre acabo dónde debo".
"Me tatuaría esa frase en su honor", subraya Almodóvar, quien rememora las últimas palabras que le dijo la mexicana en la Residencia de Estudiantes de Madrid: "estoy tranquila. Una noche me detendré, poco a poco, sola, y lo disfrutaré".
El cineasta, quien se despide de ella como "tu esposo en este mundo, como te gustaba llamarme", concluye: "la palabra detendré cayó con peso y a la vez ligera, definitiva y a la vez casual; adiós volcán".