madrid. La muerte en Los Ángeles del escritor, novelista, ensayista y guionista cinematográfico Gore Vidal deja a Estados Unidos sin una de sus figuras más famosas y controvertidas, la de un político frustrado y un provocador literario infatigable.

La política formó parte de la vida de este estadounidense desde su más tierna infancia, al quedarse con sólo diez años al cargo de su abuelo materno, el senador por Oklahoma Thomas Gore, después de la separación de sus padres. Esa influencia fue decisiva en la vocación política que demostró a lo largo de toda su vida y que le llevó a escribir algunos de sus ensayos políticos más famosos, como Washington DC (1967), centrada en la era Roosevelt; Burr (1973) o Lincoln (1984).

Vidal extendió su corrosiva crítica contra el modo de vida americano a la cultura, la política o el sexo, con obras como Myra Breckinridge (1968), una rompedora comedia satírica sobre la transexualidad, o muchos años antes La ciudad y el pilar de sal, en la que hace una aproximación a un mundo que conocía en primera persona, el de la homosexualidad, y que le valió no pocas críticas.

En los años 60 tuvo un papel muy activo dentro de las filas más liberales del partido demócrata norteamericano y se presentó sin éxito para el puesto de congresista por el estado de Nueva York. Se movió con más habilidad entre bambalinas y llegó a ser asesor del asesinado presidente John Fitzgerald Kennedy. Entre 1970 y 1972 presidió el People's Party (de tendencia liberal) y en 1982 se presentó como senador por California.