Bilbao. Ian Gibson mantiene intacta su ilusión y empeño por investigar en el pasado a través de sus personajes favoritos, a la par que protagonistas de su extensa obra: García Lorca, Machado, Dalí o Buñuel, entre otros. El último libro de este reconocido hispanista, La berlina de Prim, propone al lector un viaje a través a través de la Primera República española. "Esta novela me ha abierto el apetito de novelista y no será la única", aclara el reconocido escritor, que ayer estuvo en Bilbao, cumpliendo con las tareas propias de la promoción literaria.

La búsqueda de datos, las notas a pie de página y la bibliografía siempre han dejado a Gibson con las ganas de ir más allá y usar la imaginación para reconstruir escenas y situaciones e inventar diálogos que aparecen claros en su cabeza, a medida que avanza en sus investigaciones. Reflexionar sobre este tema es lo que le ha llevado a escribir La berlina de Prim.

El libro se inicia con la llegada a Madrid del periodista Patrick Boyd con una misión: "Aclarar el asesinato de su amigo Juan Prim, presidente del Consejo de Ministros. Está decidido a descubrir quién o quiénes maquinaron el magnicidio. Su búsqueda termina en vísperas del golpe militar y con el final del sueño republicano durante más de medio siglo", explica Gibson.

Su hoja de ruta literaria le ha llevado por los caminos de la memoria histórica y de su recuperación: "No comparto las ideas de cierta gente de la derecha española que habla de reabrir heridas. Las heridas no se han cerrado. Tampoco son heridas de odio, yo viajo mucho por la piel de toro y no veo odio o afán de venganza; lo que sí veo es tristeza y las ganas de recuperar a un abuelo. Si yo tuviera un abuelo en una cuneta, también querría recuperar sus huesos y darles un entierro digno. Creo que el Estado debería hacerlo", afirma Gibson.

Gernika, la atrocidad A través de sus incursiones en las vidas de personajes como García Lorca o Machado se ha encontrado con testimonios de personas que reclaman un relato veraz de lo ocurrido en 1936 y en años posteriores: "Creo que sería muy fácil por parte de cierta derecha admitir la legitimidad de lo que piden muchos familiares. Con el régimen de Franco los ganadores abrieron sus tumbas y extrajeron a sus asesinados y les brindaron todos los honores. Los otros, los que perdieron la guerra, no pudieron hacer lo mismo. Eso me parece muy cruel. A estas alturas hay que resolver ese problema. No sería difícil que el otro bando, el que ganó la guerra, admitiera cierta culpa por lo que ocurrió. Con gente enterrada en cunetas no se resuelven los problemas del pasado".

A lo largo de la entrevista con Ian Gibson el pasado se vuelve un tema recurrente y no puede evitar hablar del 75 aniversario del bombardeo de Gernika: "Fue uno de los episodios más terribles de la guerra. Se ha demostrado que hubo otras potencias ensayando sus armas sobre un pueblo, lo veo como algo absolutamente atroz. También hay que tener en cuenta todas las mentiras que se inventaron para explicar lo que había pasado; incluso dijeron que fueron los vascos los que habían quemado su villa sagrada. Una atrocidad, fue horroroso porque estaba todo basado en la mentira y la tergiversación. Quiero creer que todas esas mentiras han pasado ya, que nadie las cree y que nadie puede negar ya la participación de los alemanes".

Gibson cree que "se necesita claridad e historiadores honrados que cuenten realmente lo que ocurrió; no se necesita a mentirosos y tergiversadores. De estos hay muchos que publican y se lee lo que publican. Eso es ir a hacer daño, no es aceptable que la Historia se convierta en una mentira. Yo puedo tener mi punto de vista sobre un aspecto histórico, pero estoy obligado a estudiarlo y no tergiversarlo a sabiendas. Eso me parece un asco y no lo he hecho nunca".

El Guernica de Picasso le parece un cuadro excepcional que "refleja el horror". "Me parece -dice- una obra extraordinaria y asombrosa; como me parece asombroso Picasso como ser humano y como genio". Sobre su ubicación comenta que "no sé las condiciones que puso el pintor; es un cuadro frágil y no parece bueno que viaje demasiado. Pero si la gente se pusiera de acuerdo podría estar en Euskadi, por qué no. Me imagino que no va a haber este acuerdo, pero no estoy en contra de que esté aquí. El señor Gibson no estaría en contra nunca de que el cuadro estuviera aquí, en Euskadi, donde ocurrió el bombardeo".

El hispanista de origen irlandés reconoce que se ha adentrado en los mundos de Lorca y Machado y que no tiene conciencia plena de la realidad cultural de Euskadi: "Me gustaría mucho conocer a fondo esta tierra, pero tengo el problema del idioma y creo que no voy a tener tiempo de profundizar en él. Tengo referencias de lo que ocurre aquí y he leído a alguno de sus autores: Unamuno, Larrea o Bernardo Atxaga, pero me gustaría algo más profundo. El problema reside en el tiempo y en el trabajo que tengo". Ian Gibson es un irlandés que viaja muy poco a su tierra. "Estudié en un colegio en Dublín y tengo Irlanda en el coco. Recuerdo las lecturas prohibidas, no se podía conseguir el Ulises de Joyce por culpa de la censura de nuestros curas". "No siento la añoranza feroz de tener que volver muy a menudo, pero volveré porque estoy pensando en hacer un libro sobre mi infancia. Lo tengo tan dentro que no quiere decir que tenga que ir cada día allí. Soy un dublinés madrileño y me siento muy a gusto cerca del Reina Sofía y de la Biblioteca Nacional, haciendo mi trabajo. Yo soy mi próximo libro, soy lo que escribo". Añade que su país es precioso y está orgulloso de haber sido profesor de la presidenta de Irlanda.