BARCELONA. Con 45 minutos de retraso, la diva del pop ha hecho una aparición estelar dentro de una urna y rodeada de proyecciones que han convertido el Palau Sant Jordi en una catedral gótica.
Seis bailarines vestidos de monjes han tocado las campanas de esta catedral ficticia ante una cruz gigantesca hasta que han oído los primeros acordes de "Girl Gone Wilde", momento en el que se han desprendido de las túnicas para mostrar sus torsos y unos altísimos zapatos de tacón.
El numeroso público gay reunido en Barcelona ha agradecido con gritos de aprobación las coreografías de los estupendos bailarines masculinos de la gira.
La iconografía religiosa no ha abandonado el escenario durante toda la primera parte del concierto, pero se ha solapado con otras puestas en escena, como la de aire militar que ha elegido Madonna para interpretar "Revolver" o la estética de película de acción de "Gang Bang".
Durante la primera media hora, el público ha observado con la boca abierta el espectáculo, incapaz de asimilar la enorme cantidad de estímulos visuales y auditivos del montaje, que ha utilizado recursos cinematográficos, teatrales y de toda índole.
La cosa ha cambiado cuando la reina del pop ha hecho su primer cambio de vestuario y ha salido vestida de majorette para cantar "Express Yourself".
Con este cambio de tercio, el estadio entero ha empezado a bailar, aunque rápidamente han vuelto a quedarse con la boca abierta cuando nueve de los diecisiete tamborileros que han salido con las majorettes han empezado a volar literalmente sobre sus cabezas, colgados de cuerdas invisibles,
En el ecuador del concierto ha aparecido sobre el escenario el trío vasco Kalakan, que han interpretado su tema en euskera "Sagarra Jo".
Lo que podría interpretarse como un acercamiento a las diferentes culturas de la Península Ibérica con motivo de su paso por España, en realidad es sólo un elemento más de un espectáculo milimétricamente programado, que mantiene la misma estructura allí donde va.
De hecho el trío vasco ya estuvo en el inicio de la gira el pasado 31 de mayo en Tel Aviv (Israel) y ha actuado en los conciertos que han precedido al de Barcelona.
Madonna ha hablado poco y cantado mucho, pero ha tenido tiempo de de anunciar una canción de "amore" y de emocionar a los presentes cuando ha dicho, en inglés, que "todos somos uno, da igual nuestra ideología o nuestra opción sexual".
Pero el éxtasis colectivo no ha llegado hasta el final, con la interpretación de "Like a prayer" con un coro de gospel y el público rendido.
"The MDNA Tour", que mañana repite en Barcelona, se alargará hasta el 2013, después de recorrer treinta países y ofrecer más de 90 espectáculos, en el itinerario más largo de la artista, que en su anterior gira hizo 85 paradas.
En Barcelona el telonero de Madonna ha sido el disc jockey, cantante esporádico y productor francés de música electrónica Martin Solveig que a las ocho de la tarde ya había convertido el Palau Sant Jordi en una pista de baile.
Mientras fuera todavía era de día, dentro ya dominaban las luces de colores y Martin Solveig se esforzaba en transformar la espera en una fiesta.
"¿Estáis preparados para la ver a la reina?" ha preguntado Solveig antes de que se abriera la cortina con la imagen de Madonna impresa y apareciera la reina de carne y hueso para demostrar que a sus 54 años sigue aferrada al trono.