El rock es un modo de vida. Una manera de mirar el mundo. Una forma de expresar los sentimientos. Un camino, una pasión, una necesidad. Pero no es -sólo- un género. Como en tantas otras actividades expresivas, en la música ha costado -y sigue costando- mirar a la mujer sin el prisma del prejuicio, sin el estigma de la diferencia, sin el listón de una exigencia extra, pero, a golpe de decibelio y de años de realidad, las intérpretes consiguen ganarse poco a poco algo tan supuestamente sencillo como la normalidad. Pueblan aforos y escenarios. Están... y son.

Y sin ton ni son respondió Rakkel a la llamada de un grupo de rock que había surgido en Jesús Obrero. Tras algunos cambios de formación, "ahí aparecí, aunque antes me dedicaba más al death metal". Llegar y casi besar el escenario con un bolo inolvidable en un Área 51 a rebosar. "Llenamos el bar y lo pasamos pipa", recuerda. No hay como las primeras veces. No tardaron en llegar las de Helldorado o la Jimmy Jazz. Carrera fulgurante. Será por esa inyección que llevan en sus primeras dos sílabas las Turboneskak.

El rock se ha ido colando poco a poco en las cuerdas vocales de Rakkel. Aunque ya le venía de genes, insuflado por su aita. En el Cooper, el bar de la familia, siempre suena buena música, y, de vez en cuando, en directo. Sus progenitores, claro, no se pierden sus bolos. Tampoco vino mal para agitar esa cadena de ADN girar a los coros de The Soulbreaker Company, llegar a tocar "en la sala El Sol, donde se movió Alaska". Ahora, la tendencia de crecimiento de Turboneskak -completan la banda Cahue, Ana y Urtzi- se demuestra con un vinilo colectivo recién publicado y disco en miras. Además, en paralelo, Rakkel se ha puesto a darle al metal en una banda en gestación, Killing Valery. "Me gustaría tener muchas más bandas en estilos diferentes, ¡si no lo hago ahora con veinte años!".

Turbonegro es, cómo no, una de las principales influencias de Turboneskak. Pero también de La Doggy Party, donde compone, canta y guitarrea Oihanis Joplin. Esta historia empieza en el conservatorio, con el piano, pero a los quince deriva "a un teclado en un local". El veneno del decibelio había causado su efecto y Oihana lo inoculaba en grupos como Sálvate si puedes, Contamina que algo queda o Los cuatro elementos. "Ahí empecé a tocar la guitarra", recuerda, un proceso que ha encontrado en el actual trío un instante dulce, a punto de presentar vinilo. "He empezado a conseguir que los temas suenen como los tengo en la cabeza; empieza a sonar y está gustando. Creo que estoy en mi punto, estoy haciendo lo que me palpita".

Nunca ha sido de otra manera. Si antes se centraba más en la onda punk, ahora se le unen "rock y algo de psicodelia", como en el tema Ave extraña del inminente álbum, donde Oihana, Álvaro y Junior se dejaron llevar. El sello musical de la casa lo ponen los Turbo y la pasión por unos Pixies de donde sale "la importancia de rítmica y armonía", un camino de búsqueda sonora que "me gustaría que acabara siendo muy disco-punk, y estamos en ello".

La vida de Oihanis Joplin -mote perfecto de su amigo Porras, bajista- supura rock por los cuatro costados. "No tengo colegas que no sean del rollo", asegura. Un rollo, el musical, que ha visto expandirse con el tiempo. "Haber siempre ha habido, pero antes era más un movimiento punk" que ahora se abre a otros géneros, con público dispuesto a probar nuevos sonidos, aunque "siempre está el típico público cabezón que sólo se mueve por lo mismo. Y ahora lo que veo es más movimiento de chicas a la hora de formar grupos y de moverse". ¿Todavía se mira de manera diferente? "Parece que no sabemos de eso, que por ser chica no se va a hacer bien, que tienes que estar demostrando siempre o que seguro que ha habido un hombre por detrás".

Detrás de la historia de Irantzu, como de la de Oihana, también hay solfeo, teclas... y un coro. Pero, también a los quince, "completamente analfabeta" del rock, se cruzan en su vida el amor y el underground gasteiztarra, esa soterrada y tremendamente viva realidad musical de la ciudad. "Me gustan los conciertos en locales pequeños, en bares, bolos extraordinarios de cuarenta personas. Y siempre estoy en primera fila, porque me gusta ver".

Recuerda bien cuando se estrenó aún más allá de la primera fila, sobre el escenario, acometiendo el Lipstick de Suzy Quatro. "Salí a cantar y se pensaban que iba a anunciar que se vendían camisetas. ¡Como ese día pocos! Fue una emoción tremenda. En un momento que no cantaba saqué el pintalabios -era la fiesta del programa de Hala Bedi- y me pinté...".

El escenario -y viceversa- acababa de apoderarse de ella, y lo continuó haciendo en sesiones -por ahí andaba el prolífico Pela- con versiones de la Creedence, The Clash o Eskorbuto, antes de formar las ahora extintas Las Gildas con Txelo, con Sonia, con Jontxiki, con JimTnT..., conquistando todas las tablas locales, viajando al festival barcelonés Reinas -también lo han hecho Turboneskak-, a Arrasate, o al Bukowsky donostiarra, donde Roy Loney se convirtió en su alter ego, acercándose hasta primera fila para ver a la banda. ¿El concepto femenino? "Me sorprende mucho cómo a las chicas les gustan los grupos femeninos. Y cada vez hay más... ¡y que haya muchos más!"

Ahora Irantzu está notando de nuevo el gusanillo musical. "Me apetece mucho la guitarra", confiesa, y ha empatizado rápido con el instrumento. Será cosa de las Alpujarras. O de que la música llama a la música... El que llama a la puerta es Azkena Rock Festival, e Irantzu tiene muy buenos recuerdos del festival, desde un "Chris Isaak supermágico, con la lluvia, con todo", hasta un Dylan "supergeneroso", pasando por New York Dolls, Iggy Pop, Jon Ulecia, The Hot Dogs!... "Este año voy a descubrir bandas, me apetece soul, blues, y siempre cojo el viernes libre para ir a la Virgen Blanca. Hecho de menos alguna figura más rockera... Me encantaría ver a los Hi-Risers".

Wolfmother, Toy Dolls, Bad Religion o My morning jacket son algunos de los grupos que "más me han impactado", reconoce Oihanis, que desde la segunda edición sólo se ha perdido el festival por trabajo. "Me recuerda a los campamentos de pequeña". Rakkel no se perderá por nada a Graveyard, uno de esos grupos en los que Turboneskak logran quorum. Pero tampoco faltará a Dropkick Murphys ni a Hank Williams III. "El country me lo ha metido en la cabeza mi padre desde que era enana". Rock génetico, rock sin género de dudas. Aquí jugador de chica es ganador de mús... ica.