LA llamada final con la que se clausura ¿Y si vivimos todos juntos?, repetida con los ecos de un coro griego se alza como la clave que enciende todas las cuestiones que aquí se convocan. La mayor parte gira en torno a la soledad y a la vejez, dos estadios que cuando se juntan lo cubren todo con negros presagios. A esa sensación crepuscular contrapone Stéphane Robelin un optimista antídoto en forma de filme. De manera que su bomba vital lanza sangre de comedia y reconduce la oscura inquietud del drama que al final de su historia les aguarda a sus protagonistas.

El punto de partida del filme de Robelin surge de una idea puesta cada vez más en practica en los tiempos actuales. Las pequeñas ententes de amigos que deciden vivir en común sus últimos años. ¿Una buena idea? Posiblemente una respuesta necesaria a la (de)formación del tradicional núcleo familiar. Con ese motor de arranque, Robelin ilustra su relato con vocación pedagógica. Arranca con una protesta en la que uno de los jubilados protagonistas del filme, megáfono en mano, hace frente a la Policía. La Policía carga contra los manifestantes pero pasan de largo ante él. Decía un respetado columnista que a partir de una edad, lo malo no es que las mujeres no te miren, es que no te ven. Eso acontece con los jubilados de este filme, que la Policía, o sea el Estado, ya ni siquiera los ve.

Puestas las cosas en claro, Robelin hace su siguiente apuesta: la posibilidad de que los tres amigos convivan juntos. Dos de ellos viven con sus esposas, el tercero, es un soltero bon vivant. En todos los casos, disfrutan de una vida sexual satisfactoria o al menos, todavía, operativa. Con esas piezas el filme promete una radiografía sobre la convivencia en esta comuna tardío-hippie de jubilados. Pero aquí es donde Robelin prefiere optar por un cierto escapismo para alumbrar un personaje más, un estudiante de antropología que acabará viviendo con ellos para estudiar su comportamiento para una tesis doctoral. Con él se introduce la distorsión de lo ficcionado y, en paralelo, surge un relato oculto de infidelidades y cuernos. Humor de alcoba para suavizar una realidad universal de la mano de dos actrices extraordinarias: Jane Fonda y Geraldine Chaplin, que acaban de renacer.

Dirección y guion: Stéphane Robelin. Fotografía: Dominique Colin. Intérpretes: Guy Bedos, Daniel Brühl, Geraldine Chaplin, Jane Fonda, Claude Rich y Pierre Richard. Nacionalidad: Francia y Alemania. 2011. Duración: 97 minutos.