Vitoria. Uno de los errores más frecuentes que el periodismo cultural suele cometer en su trabajo diario es la tendencia a etiquetar. Esto tiene su utilidad (ayuda a transmitir mejor lo que se quiere decir y a ubicar al lector-oyente-espectador sobre si un grupo de música hace pop o rock, si una película es una comedia o un drama, si un libro es...) pero supone una simplificación que, en muchas ocasiones, lleva a eso que se denominan medias verdades, cuando no al error. Desde siempre, aunque en las últimas décadas sea un proceso que se ha acentuado de manera exponencial, las disciplinas artísticas viven fases de mezcla y fusión tanto dentro de sus teóricos límites como fuera, proponiendo nuevos lenguajes y maneras de expresar y entender, sin que eso signifique que se acierte siempre con lo resultante, claro.

Por eso, intentar arrancar estas líneas situando a Sleepwalk Collective en la performance, o en el teatro, o en las artes en vivo, o... no deja de ser un juego complicado por lo que tiene de verdad pero también por lo que supone de quedarse a medias. Tal vez, lo mejor que puede definir a esta compañía vitoriana, inglesa y finlandesa es el camino realizado hasta ahora, una senda marcada por la intención de experimentar, investigar y proponer, pero también por el objetivo de colaborar con otros en pos de la creación y de la escena contemporánea (de ahí que el grupo sea también el principal impulsor del colectivo alavés Factoría de Fuegos).

Por supuesto que en el Estado e Inglaterra, pero también en países como Francia, Italia y Holanda, por citar algunos, ya saben cuál es la propuesta creativa de Sleepwalk Collective. Hasta ellos ha llegado con las diferentes experiencias que en estos años ha ido proponiendo al público, como el maratón de momentos que, junto a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, ofreció hace un par de semanas en la Virgen Blanca como invitación a la reflexión de distintos aspectos de la vida de cualquiera.

"Es complicado delimitar qué hacemos. Ahora hemos encontrado un término que nos gusta como live art, arte en vivo, porque hay muchas cosas que entran en esa idea, desde un concierto hasta lo que quieras. Nosotros tomamos determinados elementos teatrales como la ilusión o una cierta narrativa, pero desechamos otros, como es el uso de personajes que tienen una identidad y un pasado ajenos a nosotros. También cogemos de la performance, como el hecho del aquí y ahora o la relación con el público. Y todo ello lo juntamos", apunta Iara Solano, la parte gasteiztarra de la formación. A su lado está Samuel Metcalfe, el acento británico. Falta Malla Sofia Pessi, la aportación finlandesa que vive en Inglaterra y aunque no ha tenido incidencia directa, por aquello de la distancia geográfica, en algunas de las últimas propuestas de la compañía, sigue siendo parte de ella. "La idea que se ha mantenido desde el origen del grupo y que ha sido clave es la de 'vamos a crear todo nosotros mismos', es decir, tenemos que trabajar en nuestra escala, con nuestros recursos, con el dinero que tengamos, haciendo de la necesidad una virtud", añade Sammy.

Al comienzo Los tres se conocieron en Londres, en el Rose Bruford College, donde estuvieron estudiando entre 2003 y 2006. Bueno, en realidad con Malla habían trabajado Iara y Sammy, pero siempre cada uno por su lado. No fue hasta que llegó el final de esa licenciatura sobre artes escénicas europeas cuando apareció la idea de crear una compañía. Fue, cómo no, al calor de una noche en un bar (¡cuántas cosas pasan entre copas!). "Antes de tener que coger nuestras cosas y abandonar la universidad, aprovechamos las salas y las facilidades que teníamos allí para empezar a montar algo, así que cuando de verdad hubo que salir de allí ya teníamos una base y también trabajos en alguna tienda de ropas y demás para poder sobrevivir económicamente, aunque en este sentido fue bastante duro porque Londres es una ciudad muy cara y no hay facilidades para los que empiezan", recuerda Solano.

Some mistakes and anticlimaxes fue el primer espectáculo de la compañía, una pieza que se empezó a mover por algún café-teatro. "Pero vimos que aquello no tenía mucho futuro, no iba más allá y nosotros teníamos en mente trabajar de otra manera", explica Metcalfe.

Todo eso iba sucediendo en las islas hasta que en el camino del grupo se cruzó una convocatoria de ayudas del fallecido centro cultural Krea, en concreto la que correspondía a 2007. Una beca para poder llevar a cabo su segundo proyecto les trajo a la capital alavesa, aunque, en principio, con la idea de que esto sólo fuera algo temporal. "Al final decidimos quedarnos porque empezamos a ver las posibilidades que tenía la ciudad; enseñamos el espectáculo y tuvimos una muy buena respuesta, vimos que ésta era una ciudad mucho más tranquila para crear, también más barata para vivir y, además, detectamos que aquí faltaba un poco de lo que nosotros hacíamos", rememora Iara Solano.

Con Gasteiz como base han ido naciendo propuestas como Y la noche es un océano, Un saco de mentiras, Por qué están bailando y para quién están bailando, el más que premiado As the flames rose we danced to the sirens, the sirens o el inminente El entretenimiento. "Nuestro proceso de creación se basa, sobre todo, en pensar durante el tiempo que sea necesario en los formatos, en cómo podemos hacer determinada cuestión; eso puede llevar, sin avanzar nada más del montaje, un año o incluso más", dice Metcalfe.

Apuesta con otros Pero el camino de Sleepwalk tiene desde 2009 un sendero paralelo en el que el grupo no está solo. La compañía impulsó entonces y mantiene hoy Factoría de Fuegos, un colectivo creado con la intención de impulsar el desarrollo del teatro contemporáneo y la performance en Vitoria en el que se dan cita creadores extranjeros que viven en la capital alavesa y artistas gasteiztarras.

De su trabajo en común nacieron, por ejemplo, las Noches Scratxe, que encontraron en el Proyecto Amarika un aliado perfecto que llenó la sala del mismo nombre en varias ocasiones, y que luego tuvieron continuidad en After Scratxe (que tuvo lugar en Artium) y el reciente Scratxe Underground Brasil (llevado a cabo en Montehermoso); o el Festival inTACTO, que vivirá su segunda edición en septiembre; o 150 gr., un festival que se desarrolló el pasado diciembre en la plaza de Abastos; o... sin olvidar el apoyo al desarrollo y difusión de varios proyectos de creación, así como la realización de talleres.

Crear tejido. Eso es lo fundamental. Y traer aquí propuestas que puedan ser interesantes al tiempo que se exportan creaciones locales. A partir de ahí, el colectivo está avanzando con paso firme, intentando estabilizar el proyecto y materializar uno de sus grandes objetivos: que la capital alavesa pueda contar con una sala independiente de teatro alternativo.

Eso sí, por el camino han visto desaparecer a un Krea que les sirvió como excusa para hacer de Vitoria su sede y a un Proyecto Amarika en el que encontraron colaboración y referencias, mientras otras infraestructuras como Montehermoso han visto sus cuentas reducidas a la mínima expresión. "El problema de la crisis no es tanto la falta de dinero sino la apatía de la gente. Parece que ya no hay ganas por hacer", apuntan. Es de esperar que eso cambio. Ellos, mientras tanto, no se detienen.