madrid. El cuarteto británico Keane reivindica sus raíces y las señas de identidad que les han convertido en "esa banda de rock sin guitarras" en el optimista Strangeland, un nuevo disco que les ha conectado con su hogar y el sabor clásico de su debut.

"Sería difícil ser Keane sin sonar épicos", reconoce entre risas el cantante Tom Chaplin en una entrevista con Efe en Madrid, junto al batería Richard Hughes, tras la publicación de Strangeland (Universal), que sucede a Under The Iron Sea (2006), Perfect Simmetry (2008) y el EP Night Train (2010). Su título alude a ese "aburrido y extraño" pueblo del que proceden y al que regresaron para su elaboración, Battle (East Sussex), pero también a su carrera y al mundo que nos rodea y que parece "haberse vuelto loco" en los últimos años. "La música nos llevó a una aventura increíble, pero no es la que esperábamos. Ha habido cosas buenas y otras malas y esa es la tierra extraña", cuenta Richard, quizás en alusión a momentos difíciles, ya superados, como cuando Chaplin se sometió en 2006 a una terapia de rehabilitación tras confesar sus problemas con las drogas. "El álbum trata sobre mirar atrás, analizar quiénes somos y de dónde venimos".

Posee cierto pulso típicamente Keane que lo hermana con Hopes And Fears (2003), el disco con el que se dieron a conocer y que incluía éxitos como Everybody's Changing o This Is the Last Time. Será porque, para su elaboración, se hicieron fuertes en su hogar, compartiendo tardes de charlas y música en sus pubs de siempre, visionando documentales sobre sus álbumes favoritos, como The Joshua Tree de U2, o porque, sobre todo, tuvieron tiempo para "hacer el mejor disco posible". Un álbum "muy positivo, muy esperanzador", que condensa la experiencia acumulada sin perder su reconocible sonido, con el piano al frente.