Vitoria. Todo va deprisa. Demasiado. Y los problemas parece que se acumulan sin descanso. El que acaba de llegar no espera a que el último se haya ido. Para nada. Y menos con esta crisis que quiere llevarse todo lo que pueda por delante. Encontrar un respiro parece imposible. En el periódico que hoy tiene entre las manos, como cualquier otro día, encontrar buenas noticias es complicado. Aún así, usted sabe cómo lo lee cada vez que se lo encuentra. Mañana estas líneas no tendrán actualidad y, por lo tanto, valor. El lector pasa cada página leyendo los titulares y si algo le interesa, se detiene algo más. Son segundos o minutos en los que se informa y, si puede y quiere, se para y reflexiona sobre aquello que se le traslada, cómo se hace, qué es lo que se relata... En cualquier lugar, ahora mismo, está pasando algo. No todo se cuenta. No todo aparece en los periódicos. Pero este fin de semana, DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA y Sleepwalk Collective están siendo testigos del tiempo, de lo que puede, o no, suceder en 24 horas. Si han pasado por la Virgen Blanca es posible que ya lo sepan. En caso contrario, tienen hasta las doce del mediodía de hoy para unirse a nosotros. O no. Esa es su decisión. Es su momento.

Un artista con un cartel que cada cinco minutos va cambiando. Una persona que propone 288 mensajes, algunos poéticos, otros sugerentes, otros provocativos, otros... ¿Y las personas, como usted, que pasan cerca de él? Pues son libres para hacer, pensar, sentir lo que quieran. Pueden llamarlo performance, acción, actividad, bueno lo que deseen. Vamos a dejarlo en que es una invitación a reflexionar, algo tan valioso y tan extraño en estos tiempos que corren. Algo que empezó ayer y termina hoy, sin continuidad. Así es este maratón: efímero. Como el periódico que lee ahora. Como el momento que acaba de suceder. Como la vida.

Un pequeño escenario con la única escenografía de Vitoria. Samuel Metcalfe subido a ese pedestal durante 24 horas. Ayer, el inicio fue más que puntual. El momento donde comienza rezaba su primer mensaje. Sobre su sencillo púlpito sólo tres elementos: él mismo, los 288 cartones rotulados en castellano, euskera e inglés, y un reloj casi invisible pero imprescindible para que cada cinco minutos lo escrito cambiase. Un momento para comer. Un momento donde el amor es posible. Un momento... Un experimento que busca reacciones.

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Y ante esa propuesta, curiosidad. El ir y venir de gente fue constante. Los más, se acercaron hasta el cartel que explicaba la acción, una lona (cosas del directo) que tuvo que luchar también contra el viento, que se quiso sumar a la performance. Pero todo es adaptarse. Sammy también lo hizo. Bueno, él y Iara Solano, la otra mitad de Sleepwalk Collective, quien fue tomando, cada cinco minutos, una fotografía de cada instante. Eso sí, los componentes del grupo nacido a medio camino entre Inglaterra y Vitoria e impulsores del colectivo Factoría de Fuegos no estuvieron solos. Unos cuántos cómplices les acompañaron dándose el relevo cada hora por si pasaba cualquier cosa, por acompañar, por subir alguna vez a dar un relevo, por vivir los momentos, cada uno el suyo.

“Te vas a caer de ahí” le señaló una pequeña a Sammy. Fue la primera persona en dirigirse directamente a él. Ya se sabe, los niños... Y todo en una Virgen Blanca, y sus alrededores, que eran al mismo tiempo escenarios de bodas, concentraciones, alguna rueda de prensa, los bailes de los participantes en el Dantzatzen kalez-kale (cuyo público rodeó a Sammy)... “Chorradas, aquí no se hacen más que chorradas”, espetó otro viandante ya veterano.

Una idea lanzada que sólo dura a la vista del público 300 segundos. Sin más, sin que el performer diga nada. El resto lo pone quien pasa, si es que le apetece. Un momento de naufragio. Un momento en el que el público aplaude. Un momento de juego sucio. Un momento... “¿Te has dado cuenta de que habéis empezado a las 12 de un día 12 del 2012?”, le preguntó a Iara una de las voluntarias del primer tramo del maratón. “Lo hacéis en diciembre y ya vamos...”. Pero no, no está hecho a propósito.

Llegó un instante en el que apareció un cartón en el que se lee Un momento de violencia sin sentido. Y tres personas distintas a lo largo de los cinco minutos de cartulina se acercaron a Iara para preguntar: “¿puedo tirarle una piedra?”. Y ella, curtida en muchas performances aunque ninguna parecida a ésta, respondió: “si es lo que piensas que tienes que hacer...”. “¿Pero si la lanzo, se va a mover?”. “Claro”. “Entonces no”.

A las cuatro menos cuarto de la tarde apareció el primer mensaje en inglés, uno de los pocos preparados: A moment controled by computer. Ni los propios componentes de Sleepwalk Collective saben qué va a salir puesto que los 288 mensajes fueron mezclados antes de empezar ayer al mediodía para que el azar, si es que existe, decida.

Como pasa muchas veces cuando nos encontramos con algo que nos saca de lo habitual, y más en una ciudad como Gasteiz, la curiosidad se unió en muchas ocasiones con el respeto un tanto vergonzoso. Pocos fueron los que de manera directa se dirigieron a Sammy, mientras fue Iara la que tuvo que ejercer de, por así decirlo, guía de momentos. Pero sí hubo quien rompió el hielo. Como una señora que le ofreció parte del bocadillo de tortilla de patatas que su hija había mordisqueado de manera previa. O un chico que pidió subirse a sujetar cinco minutos una de las cartulinas y lo hizo. Pidió repetir pero entonces se le propuso quedarse toda una hora. Eso ya no.

Aparecienron también los primeros mensajes en euskera y aquí incluso hubo una pequeña discusión no tanto sobre el fondo como sobre la forma. Una “s” en una de las palabras escritas llevó a dos mujeres a un pequeño y amigable debate sobre si estaba bien escrito o no. El cartón hablaba de un instante de caos. Y se produjo casi sin pretenderlo. Eso sí, no quedó claro quién llevaba la razón.

“¿Esto es el punto de información del 15M?”, preguntaron varios. No, no lo es, pero el movimiento social y los performances cruzaron sus caminos a eso de las siete y cinco de la tarde, cuando la manifestación convocada para ayer terminó en la Virgen Blanca y se produjo la asamblea consiguiente.

Mientras los ciudadanos se concentraron hubo Un momento de catástrofe, Un momento donde algo está ardiendo, Un momento con el corazón en un puño, Un momento para pensar acerca de la vida, pero no fue nada premeditado. También hubo Un momento para desvestirse (aunque nadie se apuntó). Y la gente no paró de llegar. Incluso algunos pidieron permiso para hacerse fotos con el móvil posando junto a Sammy.

A lo largo del día casi no apareció el sol, pero sí se notó la llegada de la noche y de la lluvia a eso de las nueve. Sammy permaneció allí. Un momento de protocolo. Un momento donde nada es real. Un momento que no funciona. Un momento... El cansancio físico empezó a aparecer. Estiramientos, algún que otro bostezo, un café... La gente siguió acercándose completando una escenografía cuando menos curiosa entre la acción y todo lo que estaba sucediendo alrededor. Un momento para tomar medidas drásticas. Estas palabras salieron a primera hora de la tarde, pero eran igual de válidas después. O tal vez no. Eso depende de cada uno.

Eso sí, lo que estaba sucediendo en la Virgen Blanca saltó también a las redes sociales gracias a algunas fotografías de la acción que se colgaron en ellas, lo que generó mensajes de ánimo y admiración llegados desde Bilbao, Madrid o Londres, por citar algunas ciudades. Efímero sí, pero impactante también. Igual que el periódico, que en su formato de papel recoge lo sucedido en las últimas 24 horas pero que en su versión de Internet abre su marco del tiempo.

El sábado noche, con todo lo que eso conlleva, apareció. Y el experimento, que al fin y al cabo es de lo que se trata, cobró una nueva vida. Llegaron también las horas más complicadas desde un punto de vista físico para Sammy. Pero esos son momentos que sucedieron cuando este periódico que ahora lee se estaba convirtiendo en lo que tiene entre las manos. Hoy el tiempo sigue pasando hasta las doce del mediodía. Mañana se convertirá en letra impresa.

Un momento para volver a caer. Un momento donde suena un teléfono. Un momento en que estoy aquí de pie. Un momento de lujo. Un momento...