Vitoria. Dice que no está acabado "todavía". Empezó pintando y así creyó que iba a morir. Luego pasó a la fotografía, e intuyó que el final de sus días le llegaría con ella entre las manos. Pero hace dos años y medio decidió dar una nueva vuelta de tuerca al fondo y la forma de su trabajo. Decidió que la masificación de cámaras ha terminado por homogeneizar no ya la producción, que también, sino el pensamiento, haciendo que desaparezca la subjetividad del que expresa. Por eso quiso comenzar un nuevo camino que todavía sigue abierto y en el que no faltan ideas para continuar. Así se encuentra un Gonzalo Puch que ahora expone por primera vez en Álava (aunque cuenta con obra presente en la colección de Artium) a través de la galería Trayecto, donde su Sin discurso posible permanece hasta el próximo 29 de junio.
Experimentar y mezclar. Esos dos verbos son fundamentales a la hora de aproximarse al trabajo de un creador que pone además en valor la sala en la que se muestra, puesto que "la atmósfera es esencial. No le puedes pedir a un flamenco que se arranque a las doce del mediodía, tiene que hacerlo a las tantas de la noche cuando ya el alcohol ha corrido. Esto es algo similar", describe con una sonrisa el autor sevillano.
Siguiendo la metáfora del cante, Puch alude también a la improvisación, o mejor dicho, a aquello que puede nacer del caos, de la casualidad, de lo espontáneo. "No tengo estudio así que mi lugar de trabajo es mi propia casa y es allí donde todo se despliega y a cada momento algo puede aparecer", explica para introducir una exposición en la que la fotografía, el dibujo, los retales, la naturaleza... todo es susceptible de entrar a formar parte de la propuesta final, de esa obra que aparece sin idea preconcebida. "A veces estoy dibujando y vuelco sobre el papel el contenido del cenicero, lo mancho todo, el resultado lo fotografío y de eso saco otra imagen parcial y...". Se crean así lenguajes propios, que son irreales aunque partan de la realidad, mensajes superpuestos que parecen buscar su propio relieve, nuevas dimensiones más allá de la pared.
Aún así, también hay marco e imagen presentada al modo, por así decirlo, tradicional. Pero mezclada, jugando con otros elementos, formando parte de un collage diferente. "Me gusta la idea del recortable y creo que en ese camino es donde me estoy sintiendo cómodo desde hace dos años y medio", relata.
Paisajes que se cruzan, verduras que toman forma humana, bodegones imposibles... todo ello configura un mundo que más que no tener discurso posible propone una comunicación probable con el espectador, donde el mayor peligro para el artista consiste en convertirse en algo previsible. "Eso es algo a lo que tengo temor", aduce.
La imagen, además, no sólo toma la pared. También se presenta en vídeo "aunque está un poco escondido a propósito", sirviendo como una especie de catálogo de este caminar último, de esos dos años y medio que el artista sevillano menciona de vez en cuando como si en este tiempo haya encontrado un nuevo renacer.
No es así del todo puesto que la trayectoria de Puch es ya larga, más allá de que sólo haya expuesto en el País Vasco, con ésta, en dos ocasiones. De su ciudad natal a lugares como Nueva York, sus creaciones, que compagina con su labor formativa en Bellas Artes, han viajado por medio mundo. Ahora, en Gasteiz, son varios los universos que ha querido concitar en la galería de San Vicente de Paúl, un lugar en el que se le ocurren muchas cosas para hacer. "Incluso le propuse a Fernando Illana (responsable Trayecto) venir una vez por semana para intervenir en el espacio... es que tengo ganas de seguir investigando y este hábitat me llama", describe.
El camino está abierto y por su mente pasa seguir trabajando en la misma línea que ahora tiene entre las manos pero introduciendo otros elementos como puede ser la música. "Tengo fe en el espacio múltiple", confiesa, al tiempo que repasa con la mirada las instalaciones propuestas en la capital alavesa, producciones que hablan de lugares y momentos imposibles aunque reconocibles, sitios donde perderse si se quiere.