Claro, hablar con usted de diez años de Artium es un tanto raro porque lleva unido a la colección que lo sustenta desde mucho antes de que la idea del museo existiera...

...sí, es que llevo vinculado a estos fondos desde... el año 85 (risas)...

...vamos, que el cumpleaños es casi como una gota más en el vaso de agua.

Sí, sí... (risas). En ese año empezó mi trabajo con unos fondos que tenían una clarísima relación y vinculación con el Bellas Artes de Álava. Ya en el año 89 pasé a la sala Amárica, que se creó para que el museo pudiera hacer allí exposiciones temporales. Yo estuve hasta 2001 y luego ya vine a Artium, primero como conservador de los fondos y ahora como director.

¿Trabajar tantos años con la misma materia prima no termina siendo un tanto aburrido?

En absoluto, es muy apasionante. Es una materia sensible que cambia de forma permanente y si eres una persona curiosa, interesada, sabes que la cultura enriquece y lo has vivido así, de una manera u otra, desde la infancia, pues no te puede llegar a aburrir. Lo que sí puede ocurrir es que unas veces estés más saturado que otras, pero nada más. Pero tienes algunos privilegios importantes, como ser testigo de todo lo que ha pasado desde el año 85 hasta aquí dentro del arte contemporáneo. Por ejemplo, en aquella época no sabíamos nada ni de la fotografía digital ni de muchas otras cosas en ese campo, lo más que existía eran los videotapes. Asistir a esa transformación ha sido uno de los mayores lujos que he disfrutado.

Antes de hablar de estos diez años, miremos al futuro. ¿Qué más debe aportar o por dónde debe caminar este museo para ser del todo útil, por lo menos en lo que usted considera?

Bueno, echar un vistazo al retrovisor siempre es bueno para tener perspectiva y poder dibujar dónde estás ahora y hacia dónde quieres ir. Hay una serie de objetivos importantes para nosotros. De lo más amplio a lo más concreto, el primero hace referencia a la relación del centro con la sociedad; tenemos que aclararla para, de alguna forma, naturalizar el museo. La transformación social es una de nuestras metas, siendo la más importante pero también la más complicada, ya que la sociedad es tan compleja que aunque empujes mucho y otros muchos lo hagan contigo en una dirección determinada, si lo estás consiguiendo es complicado de cuantificar. Cuando pasa el tiempo sí te puedes dar cuenta de si una sociedad ha avanzado en cuanto a cierta sensibilidad, capacidad de reflexión... El segundo objetivo es el individuo, dotarlo de unos valores éticos, de una capacidad de pensamiento, de un conocimiento de sí mismo y de una posibilidad de expresión hacia los demás. En este sentido, los discursos que damos desde Artium son fundamentales y van en tres direcciones: los temas sociales y políticos; lo relacionado con los valores éticos y estéticos de la persona; y por último, una reflexión sobre el mismo arte. Y si te das cuenta, estos tres temas siempre están en nuestras exposiciones. El tercer gran objetivo es la transparencia, es decir, cambiar los modelos de gestión de los museos. Tenemos que mostrar todo lo que podemos hacer y cómo lo hacemos. Ser transparente es algo muy novedoso en este mundo de los museos y es algo que nos da credibilidad.

Hace una década se criticaba que la colección foral se dejase en manos sólo del museo, la ubicación del mismo, su diseño, que se diese entrada a empresas privadas a su patronato... Hoy es complicado escuchar un discurso crítico con este espacio pero eso a qué responde, ¿a que Artium ha pasado a ser indiferente para muchos o a que el museo ha despejado dudas?

Desde el año 96 hasta el año 2002, es decir, desde que se dijo que se iba a hacer un museo hasta que se hizo, hubo muchos debates apasionantes que, en gran medida, venían dados, en cierto modo, por no saber cómo se iba a gestionar todo esto, no se tenían referencias. ¿Qué pasó tras la inauguración? Pues que, por así decirlo, el museo se ha sostenido, es decir, ha hecho un viaje de diez años en el que ha habido de todo pero siempre encaminado a mejorar, a ser más claros y a estar consolidados, al margen de los problemas que puedan venir derivados de la crisis. Como tal, como idea, como concepto, Artium está consolidado y eso es importante.

¿Qué cree que aporta este museo?

Intenta aportar, siguiendo la misma línea, una postura crítica. ¿Lo consigue? Lo veremos con el tiempo. Aporta, también, exposiciones y actividades de alta calidad que, además, son de producción propia y eso es algo para sentirnos muy orgullosos y, al mismo tiempo, es importante porque muestra una determinada capacidad de acción por parte de la entidad y de la sociedad alavesa en la que se encuentra, una sociedad que debe ser abierta y avanzada.

Pedirle que destaque alguna o algunas exposiciones de esta década es un compromiso en el que le voy a poner, eso sí, dejando a un lado las que usted ha comisariado.

Tampoco pensaba mencionar una de las que yo he comisariado (risas). Me gustaron mucho algunas de las muestras que comisarió Javier González de Durana como La obra maestra desconocida y Laocoonte devorado. Y no me gustaría olvidar otra que llevó Kike Martínez Goikoetxea como era Basado en hechos reales. De las que se han hecho de un tiempo a esta parte y que planteó Blanca de la Torre mencionaría VideoStorias.

¿Cuál ha sido el peor momento?

Hombre, los ha habido, no todo ha sido un paraíso. Como director, los peores momentos se han producido cuando he percibido que todo parecía estar en el aire, que, poco a poco, la hierba bajo los pies se iba cortando y no tenía certidumbres sobre determinadas cosas. Esa sensación pasa cuando te dicen que la apuesta por el museo existe y sigue.

¿Algún día se ha arrepentido de ese instante en el que el conservador de Artium se decidió a presentarse para ser director?

(Risas) No. Bueno, en su momento tuve algunas dudas porque no sabía si iba a ser capaz o no, pero después, toda vez con la decisión tomada, nunca me he arrepentido. Esos momentos malos lo bueno que tienen es que está en tu mano ser capaz de darles la vuelta.

¿Cuál cree que es el sello Daniel Castillejo para este museo?

Está clarísimo, la definición y, en la medida que podamos, la consecución de los objetivos que hablábamos antes.

Cuando este museo abrió sus puertas, la colección tenía unas 1.600 piezas. Hoy son más de 3.000. Más allá de que haya o no dinero para comprar, como sucede ahora, ¿deben los fondos aumentar más?

Sí. Un museo que dé por concluido su trabajo se convierte en otra cosa, ya es algo diferente, su labor se convierte en el de un museo de investigación de una época concreta o de un artista. Pero Artium, por su propia naturaleza y por nuestra propia decisión, tiene ese carácter de estar modificando su mirada continuamente, en paralelo a cómo cambia la sociedad. Eso es lo que hace que este modelo de museo sea interesante. Estamos muy acostumbrados, y es uno de los errores que más se ha dado dentro del sistema español del arte a lo largo de las últimas décadas, a que, por oportunismos de tipo político o por desconocimiento, se hayan truncado muchas colecciones. Eso ha creado una sensación decepcionante tanto para el mundo de la cultura como para la sociedad. Ahora hay muchos fondos que no tienen lugar ni nada, y otros que están inconclusos. Nuestro caso es diferente.

Hay ejemplos muy cercanos, ahora que habla de esto, de que la cultura está sufriendo la crisis económica de manera muy significativa...

...brutal....

...y me acuerdo de la primera entrevista que tuvimos justo después de su elección como director. Me dijo: "Me niego a que la cultura sea la primera pagana de la crisis". Pues no se ha negado usted con suficiente fuerza.

Me he negado pero me ha pasado por encima (risas). Sigo creyendo que es un error porque la cultura es el futuro que nos va a definir, como pasa con la educación. Una comunidad de insectos no conforma una cultura. La única cultura que existe es la humana y si la negamos o la minimizamos, eso tendrá efectos. También hay que decir que la crisis ha coincidido con un sistema del arte en este país que no estaba suficientemente consolidado. Es decir, se estaban produciendo dos tipos de fenómenos: primero, por parte de los agentes artísticos había mucha ilusión por crear sistemas del arte paralelos o similares a los que existen en países culturalmente avanzados como Alemania o Francia; pero, segundo, muchos de los que debían de apoyar esos nuevos sistemas tenían otro tipo de objetivos, más de tipo político y electoral. Todo eso ha llevado a un sistema con unos cimientos muy débiles y, a la mínima cosa que ha pasado, todo se ha derrumbado.

¿Cree que a Artium, al principio, se le pedían muchas cosas de las que comenta?

Podía haber algo de eso, pero no creo que Artium responda a los casos a los que me estoy refiriendo. La aparición de este museo obedeció no a una decisión que vino del cielo, sino que era una reivindicación general del mundo del arte. El proceso fue el contrario, de abajo arriba. Además, los políticos de entonces se sensibilizaron con lo que se estaba pidiendo. Cuando hablo de ese sistema sin cimientos me refiero a decisiones políticas nacidas de la nada que en una sociedad determinada caen de repente y se hacen porque alguien se da cuenta que aquello crea espectáculo.

¿Tiene la sensación de que este centro, como infraestructura cultural, se ha quedado solo en Álava?

Álava tenía muchas expectativas en materia cultural. Esta provincia se ha quedado ahora como está el resto, incluso puede que algo mejor que algunos sitios en los que no hay nada. Pero lo que llama la atención de Álava es que había unas expectativas enormes y había un diseño donde todo parecía encajar, convirtiendo a este territorio en un ejemplo estatal a niveles culturales y contemporáneos. De todas formas, que haya sitios que se han quedado mucho peor que nosotros no es ningún consuelo. Costará mucho empezar de nuevo.

¿Diez años después, Artium es una marca, es reconocido?

Una marca es, otra cosas es que luego analicemos cómo es. Muchos colegas me dicen: "Qué suerte tienes Daniel, qué suerte tienes porque cuando voy a Vitoria le digo a un taxista que me lleve a Artium y me llevan, pero si estoy en mi ciudad y pido que me acerquen a mi museo, tengo que decir la dirección porque la gente no lo conoce". Hay bastantes casos de esto. Aquí todo el mundo sabe dónde esta Artium, es decir, hay una marca, una posición, un sitio. Si analizamos si es una marca indeleble, pues... en ello estamos. Este museo necesita diluirse en la sociedad y en eso trabajamos. Y creo que es una marca al margen de la ciudad, tanto en Euskadi como en el resto del país. Estamos considerados como un museo de primera fila.

¿Una de las 'espinitas' que tiene es la plaza interior del museo?

Absolutamente. Es una espina que ha tenido varios proyectos, pero ahora es un momento complicado.

Por cierto, que no se lo he preguntado todavía, ¿se acuerda de algo en concreto de aquel 26 de abril?

Lo que recuerdo es un cansancio brutal por haber estado montando hasta última hora. También del instante en sí, de la jornada... sobre todo me acuerdo de mucha gente.