madrid. Detenido bajo arresto domiciliario y condenado a 20 años sin dirigir películas, el cineasta iraní Jafar Panahi desafía al régimen de Ahmadineyad con Esto no es una película, un ejercicio audiovisual rodado a escondidas desde la celda en que se convirtió su casa y que ayer se estrenó en España.

Ganador del León de Oro en Venecia en 2000 por la cinta El Círculo, Panahi fue acusado de conspiración y propaganda contra el gobierno, y detenido en febrero de 2010. Pasó 80 días en una cárcel iraní, de la que salió el 25 de mayo de ese año, tras pagar una fianza de 160.000 euros. Un arresto que le impidió, entre otras cosas, ejercer de jurado en el Festival de Cannes de 2010. Mientras esperaba el resultado de su apelación, Panahi, incapaz de ocultar su pulsión cinematográfica, filmó en secreto este largometraje difícil de catalogar, con el que se rebela contra su sentencia y lanza alegato a favor del cine. Sacada de Irán en un pen drive por una persona que viajaba a París, Esto no es una película es un falso documental que muestra el día a día del encierro de Panahi, en un encomiable acto de valentía que supone una reflexión no sólo sobre el cine iraní, sino sobre el hecho cinematográfico en sí mismo. Y es que, a lo largo de sus más de 70 minutos, Panahi, junto al realizador de documentales Mojtaba Mirtahmasb, teoriza sobre el modo en que ha de narrarse visualmente una historia, en una inteligente e ilustrativa lección de cine, donde los dos autores investigan si es posible contar una película en imágenes sin interpretarla.

Con el guion de su última película en la mano, el director lee a la cámara las páginas que conforman el que iba a ser su siguiente filme, mientras explica las escenas utilizando como único escenario la alfombra de su casa y una cinta de esparadrapo, con la que delimita distintas estancias. A Panahi se le prohibió realizar películas y escribir guiones, así como viajar al extranjero o conceder entrevistas. Pero, como el cineasta indica en el filme, la sentencia no le impide leer guiones y, por ello, con espíritu rebelde y burlón, afronta este ejercicio que huye del apelativo de película. Sin embargo, a medida que avanza la cinta, Panahi descubrirá que no es posible contar una película de manera satisfactoria sin la ayuda de intérpretes, y hará partícipe al espectador de la agonía de su encierro y de una condena que le anula como individuo, ya que su vocación es el cine y no está dispuesto a renunciar a ese medio. Panahi salió en 2010 de la prisión de Evin en Teherán, una semana después de haber iniciado una huelga de hambre. Actualmente se desconoce su paradero, aunque según versiones de alguno de sus amigos ha sido trasladado a una casa en el norte de Irán, donde sigue detenido y totalmente incomunicado.