Era un viernes soleado que terminó teniendo dos partes bien diferenciadas. A la mañana, rodeados de una medidas de seguridad más que evidentes y exigentes, fue el momento de autoridades, políticos e invitados (unos 400 más o menos). A la tarde, las puertas se abrieron al público y entre la novedad y que la entrada era gratis, hubo que detener el flujo de espectadores en varios momentos para evitar problemas. Las colas salían con facilidad a la calle Francia. Fue un día largo e intenso pero, en realidad, bastante sencillo en las formas. Así transcurrió el 26 de abril de 2002, la jornada en la que Álava inauguró, por lo menos en lo que a infraestructuras se refiere, su gran apuesta cultural para el siglo XXI: el Centro Museo Vasco de Arte Contemporáneo Artium.
Llegar hasta esa fecha no fue nada sencillo porque las polémicas políticas y artísticas eran varias, aunque a día de hoy casi todas se han perdido en el silencio, salvo la voz de aquellos que ponen en duda la propia existencia de este tipo de equipamientos al considerar que son estructuras de gasto que trabajan con criterios ajenos al arte. Por entonces, lo más suave que un partido político llego a decir de él es que era un "museo del marketing que sirve para ofrecer incentivos fiscales", pero a eso hubo que sumar dudas generalizadas sobre el hecho de que se pusiese toda la colección en manos de la fundación sin, en teoría, control de las Juntas Generales, sobre que no sirviese para mostrar todos los fondos, sobre su ubicación, su aspecto, el hecho de estar sobre un parking, los problemas a la hora de elegir a su máximo responsable...
La apertura y el paso del tiempo hizo que la mayoría de estas cuestiones quedasen en el aparente olvido, aunque durante bastantes años fueron muchos los que pusieron el cartel de elitista al centro, ligando este adjetivo a la figura de su máximo responsable por entonces, Javier González de Durana. Hoy, ya con Daniel Castillejo al frente, parece que el río de las críticas está casi seco, lo cual es positivo si se entiende que esto sucede ya que el museo está haciendo bien su trabajo o negativo si se piensa que nadie lo pone en duda porque el espacio ha terminado por ser indiferente a los ojos de los demás. Gustos habrá para todo, seguro.
En esta década, Artium ha recibido a un millón de visitantes, ha llevado la colección que recibió de la Diputación, y que se inició a mediados de los años 70, de unas 1.600 piezas a algo más de 3.000 obras de los más diversos formatos, ha organizo más de 3.000 actividades relacionadas con el arte contemporáneo pero también con la música, el cine, la danza y otras expresiones, ha viajado con sus fondos a países como Estados Unidos, Brasil y China, entre otros, ha sido contenedor de sorteos deportivos, pases de moda, congresos de todo tipo y condición, ha... Este cumpleaños no deja de ser una excusa para poner en valor todo esto ya que el propio museo es consciente de que su verdadera labor se medirá con plazos temporales mucho mayores, pero es también el momento perfecto para visualizar ante la sociedad alavesa, en un contexto en el que el sector cultural está con la soga económica al cuello, que las cosas se hacen para y por algo.
Diez años han dado para mucho, pero llegar hasta aquel 26 de abril fue casi como otra vida paralela, sobre todo desde el momento en el que se decidió separar la colección foral en partes y hacer un nuevo museo a la vista de que el trabajo conjunto del Bellas Artes de Álava y la sala Amárica no podía dar más de sí. Pero más allá de polémicas de todo tipo, que las hubo hasta aburrir, la verdadera cuenta atrás para la nueva infraestructura empezó en noviembre de 2001. ARCO, por primera vez en su historia, salió de Madrid para hacer su presentación oficial en un Artium que, en ese momento, era esqueleto y poco más.
A principios de febrero de 2002 se realizó un programa de visitas al edificio vacío, se puso en marcha un aula móvil (vamos, un autobús acondicionado) que recorrió distintos puntos de Euskal Herria y zonas limítrofes enseñando qué iba a ser el museo, y se abrió la página web. Ya en marzo, empezaron a llegar a sus almacenes las piezas de la colección que se encontraban repartidas entre el Bellas Artes y unos locales acondicionados al efecto en Santander. Pero fue en abril cuando toda la actividad se multiplicó. El 22 se puso en marcha la instalación Alzado vertical de Rafael Lozano Hemmer, 18 focos que se manejaban a través de Internet y que causaron sensación en su momento. Y a partir de ahí se fueron sucediendo una serie de presentaciones y recepciones parciales que concluyeron el 26 con la inauguración oficial, día en el que se supo, además, que el Alavés, por entonces en Primera, iba a llevar el nombre del museo en su camiseta. Otra polémica más en varios sectores.
Hoy, el museo quiere aprovechar también esta celebración para mirar al futuro y ahí son varios los retos que le quedan por delante, sobre todo seguir dando pasos para conectar de manera más directa con la sociedad a la que, al fin y al cabo, pertenece, la alavesa. Y es que son muchas las cosas que se han hecho y vivido, pero en realidad esta década ha servido ¿sólo? para que la criatura nazca, crezca y se haga con una personalidad propia, todavía le queda el resto.
Para recordar el pasado, para describir el presente y para vislumbrar lo que puede ser el futuro, DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA inicia hoy una serie ininterrumpida de publicaciones que concluirá el próximo día 26.