La lectura de libros escritos por artistas es muy recomendable: son más entretenidos que los libros especializados de arte, pues no tienen que respetar ningún canon literario. Y llegan a sobresalir sobre estos últimos quizá porque se escriben con las tripas. Son libros autobiográficos en ocasiones, en los que sus autores hablan de las vicisitudes de su vida, del arte y de su trabajo, pues todo ello se mezcla, se confunde. Y en ese sentido, sin pretenderlo, los artistas realizan una función divulgativa sobre el fenómeno del arte. Son libros que incluso pueden llegar a cautivarnos como si de novelas se trataran.
Los libros escritos por artistas tratan el arte de una manera vital, obsesiva, consiguiendo salpicar al lector con esa obsesión. Pues el arte -aunque pueda sonar a tópico- no es sólo un valor, una afición o un trabajo sino también y sobre todo un estilo de vida. Vivido por una minoría, eso sí, porque es complicado vivir y convivir con el arte en una sociedad que antepone la riqueza económica a la social, artística, cultural, científica... A no ser que ésta, a su vez, produzca valor económico.
Resumiendo: a través de los escritos de los artistas el lector puede llegar a aproximarse al arte de otra manera, desde una posición más próxima. Porque, ¿cómo vamos a llegar conocer el arte si no conocemos a esas personas que lo producen? Y la realidad es que sabemos muy poco de ellos. Cada vez menos. Pues hay muchos mediadores que se interponen entre el artista y la sociedad ocultándolos de nuestro campo de visión. Y así, nuestra idea sobre la figura de creador la construimos sobre falsos cimientos: sobre la turbia información que nos ofrecen los medios de comunicación, incluso los propios museos y centros de arte. Tantos unos como otros nos ofrecen una fotografía del artista totalmente desenfocada. Y no es raro que lleguemos a pensar que el creador es una persona excéntrica que vive un extraño limbo flotando por encima de la sociedad y que, fundamentalmente, dedica su vida a intentar amueblar con sus obras multimillonarias las casas de los ricos coleccionistas de arte o los museos. Y todo eso distorsiona la visión del público sobre eh hecho artístico. Pues la realidad es otra: la mayoría de los artistas -sobre este tema también hay varios estudios- trabajan en precario obteniendo un salario -si se puede llamar así- por debajo del salario mínimo interprofesional e intentando poder pagar sus facturas trabajando al mismo tiempo en otros ámbitos más lucrativos. Porque cualquier otra labor creativa, funcional (diseño, publicidad, decoración…) te permite vivir mejor que el arte. Y esta realidad no aparece reflejada en los medios de comunicación, ni se explica en los museos y centros de arte. Quizá porque le restaría mucho glamur al hecho artístico. Si es que hoy en día lo tiene.
Recomiendo dos libros para leer este navideño fin de semana: Diario de un genio, de Salvador Dalí y Mi filosofía de A a B y de B a A, de Andy Wharhol.