vitoria. La EGO se hace adolescente. Si hace ocho años la orquesta ponía banda sonora, en su tradicional gira de directos, a la película The Kid, ahora salta a otro Chaplin más referencial y maduro, City Lights. Será que ha crecido. Que sigue creciendo. Que en 2012 cumple ya quince años, aunque quienes forman parte de ella son siempre teenagers, una eterna compañía de peterpanes que hoy volverá a demostrar que la música no conoce de edades. Que se puede soñar con Nunca Jamás entre las butacas del Teatro Principal.

Desde el año 1997, la Euskal Herriko Orkestra sirve como instrumento de formación orquestal para los jóvenes que se encuentran en ese impass -con rumbo profesional o no- que supone vivir la música como camino. De mucho antes, del lejano 1931, procede el largometraje al que los intérpretes ofrecen esta noche su música. Un trabajo muy antiguo que resiste con su capacidad de emocionar al paso del tiempo. Un City Lights que ocupa el número once en la histórica lista del American Film Institute.

Blanco y negro en las partituras, blanco y negro en la pantalla. Y muchos tonos que se entremezclan en el trayecto compositivo de una banda sonora que no carece de vericuetos ajenos a lo musical. El más conocido tiene que ver con su leit motiv principal, para el que Charles Chaplin tomó el pentagrama de La violetera. Lo tomó y no se preocupó de nada más, porque, a la hora de registrar la cinta, quedó sin reflejar la autoría del autor de la melodía, José Padilla. Cuenta Tony Leblanc que, al percatarse del uso de la canción, corrió a comentárselo al compositor, que finalmente denunció la apropiación y acabó ganando el pleito en París. Y es que los polémicos entresijos del copyright tienen ya mucha historia. Los problemas de derechos de autor no son cosa de anteayer.

Lo de hoy, sin embargo, será la música sin papeleos... Sin papeleos salvo el de una partitura, que, además del nombre de Padilla, incluye los de Arthur Johnson, Alfred Newman y el propio Charles Chaplin, que desde hace días se cuelan por el pensamiento de los jóvenes integrantes de la joven orquesta, reunidos para su clásica estancia intensiva en Eibar.

Pero no sólo de música vive la actuación de esta noche (20.30 horas) en el Teatro Principal. Tanto quienes la hayan visto ya como quienes lo hagan por primera vez podrán disfrutar de una gran música y de una no menos grande película, adicta a la comicidad -aquí está la escena clásica de boxeo de Charlot- o a un intenso sentimiento que no desvelaremos.

Música y cine abrazados a la primigenia usanza, cuando las películas no integraban aún el sonido. Ni en voz ni en banda sonora, que llegaba, eso sí, mediante la música en directo, interpretada generalmente por pianistas, con sus teclas también teñidas del blanco y negro de la época. El reto de los 55 integrantes de la orquesta será el mismo que el de aquellos músicos, el de conseguir atrapar la imagen y cabalgar en sincronía al montaje, bajo la batuta del director Juan José Ocón.

Un Concierto de Navidad, el de la EGO, que propondrá sentimientos a la altura de los que -dice el tópico- suelen darse cita alrededor de estas fechas. A la altura de realidades -un desahucio marca la trama- de ficción que siguen lamentablemente vigentes muchas décadas después. La vida es adicta al ritmo pendular. City Lights iluminará con los suyos la oscuridad del Principal esta noche. Es uno de esos clásicos que parece tan joven como el primer día. Lo mismito que la EGO.