Madrid. Dice de sí mismo Santiago Auserón que es un "aprendiz en movimiento", un "estudiante" sempiterno, inquietud artística que le valió ayer la concesión del Premio Nacional de Músicas Actuales en reconocimiento a una trayectoria marcada por la investigación, la poesía y su pasión por la música negra. "No pensaba en este tipo de reconocimientos. Pensaba más bien en sostener la vela a pesar de las dificultades", manifestó el músico, apenas unos minutos después de recibir la llamada de la ministra Ángeles González-Sinde para comunicarle el fallo del jurado, que reconoce su "versatilidad" así como "sus trabajos de investigación y la calidad poética de sus letras".
Dotado con 30.000 euros que concede el Ministerio de Cultura, el premio es el de mayor peso que ha recibido nunca este artista, singular por su producción, que transitó por el pop de vanguardia en sus inicios en Radio Futura, en los años 80, y que se embarcó posteriormente en la aproximación de la música española a ritmos típicamente negros como el blues o el danzón.
Auserón (Zaragoza, 1954) brilló como autor de temas como Semilla negra, Escuela de calor o Enamorado de la moda juvenil, éxitos de la llamada nueva ola del pop español que gestó junto a su hermano Luis y otros compañeros de travesía en Radio Futura, considerado el mejor grupo español de los últimos 25 años por los oyentes de Radio 3, de RNE. Discos como Música moderna (1980), De un país en llamas (1985) y Veneno en la piel (1990) atestiguan aquella prolífica etapa, a la que sólo le habría cambiado los "pantalones" del comienzo, y que se cerró en 1992 para dar paso a otra, en solitario pero igualmente de gran experimentación, bajo el nombre de Juan Perro, con Raíces al viento (1997) o Las malas lenguas (2005).
A modo de resumen, Auserón considera que su principal virtud ha sido "la persistencia en tratar de que el formato de canción popular asuma riesgo creativo, que no se convierta en mercancía y en mantener su valor como aventura del conocimiento". En esa búsqueda de sustancia, dice el cantante que gusta de "meterse en complicaciones", de "buscar ideas que no son fáciles" para ofrecer "una imagen de los tiempos que corren", eso sí, bajo la máxima de que "la canción tiene que ser transparente". Considera por esto que su quinto y último disco como Juan Perro, Río negro -publicado en 2011 y con el que se acerca a los sonidos de Nueva Orleans-, es el mejor de su carrera pues en él ha hallado el equilibrio entre la búsqueda de contenido y la aspiración de claridad.
Le queda mucho por hacer, dice, y señala que su reto más importante sigue siendo el de integrar la herencia de los negros americanos tanto en español como en inglés, pero hacerlo "con conciencia de nuestra tradición poética y musical propiamente española y ver que ese vínculo tiene coherencia, porque viene de nuestras propias tradiciones". En esa travesía por el desierto en la que ha convertido su carrera, reconoce que este premio es un balón de "oxígeno" para su círculo de seguidores, reducido pero selecto, y para su equipo de trabajo, que vive desde hace años "en números rojos". No puede ser de otra manera para este "estudiante de Letras y Filosofía", como se refiere a sí mismo, cuyo destino no es convertirse en un intérprete "a la altura de los mejores" ni en un "intelectual de oficio", sino "uno fronterizo y de contrabando".