pamplona. Estrecha la mano con fuerza y sonríe. Otro libro, Miguel. ¿Estamos en racha? "Sí, parece que sí. Pero este se lee fácil, de verdad". Y ríe de nuevo con socarronería. Miguel Sánchez-Ostiz presentó el jueves en Pamplona su última novela, Zarabanda, publicada por la editorial Pamiela. Un historia que parte de la aparición de un cadáver no identificado en una vieja calera de ese país, que ya visitó anteriormente el autor navarro, llamado Humberri. Un hecho que desata las voces del recuerdo de todo aquello que es mejor no remover: crímenes de la Guerra Civil, contrabando, inmigración clandestina... Voces elevadas por una peculiar cuadrilla de seis amigos que son los que dan vida, trama y sentido a esta Zarabanda.

Justo un año después de Cornejas de Bucarest llega a las librerías "una novela, no una crónica de hechos reales... Aunque haya hechos reales de muchos lectores conocidos. Pero la clave del libro no es la crónica periodística o judicial, sino el esperpento. Un esperpento que, a veces, es descaradamente sórdido y bufo, con situaciones muy burlescas, ya que la burla es una forma de digerir el crimen cuando no se puede ejercer la justicia, que es uno de los asuntos de los que trata el libro", apuntó un Miguel Sánchez-Ostiz reticente a revelar la trama de nueva obra: "solo apuntaré el comienzo, que es el descubrimiento de un cadáver, indocumentado, del que han intentado desembarazarse quemándolo. Un cadáver sin pasado, sin presente y sin causa que desencadena no una investigación policial sino una zarabanda de voces, de ahí el título. Las voces de una cuadrilla de gente mayor, que ha vivido y heredado los mismos episodios y que llevan toda la vida contándose las historias de ese territorio sombrío, que yo llamo Humberri, y que gravita alrededor de una sima en la que se esconden las historias negras de ese país".

Sucesos que sumergen esta novela en la memoria histórica, "ya que éste es un país fronterizo, donde hubo un frente de guerra que lo convirtió casi en primera retaguardia de los hechos acaecidos en el verano del 36. En la novela figuran estos sucesos pero también otros hasta al último cadáver". Un cadáver sobre el que Sánchez-Ostiz tampoco quiso desvelar excesivos datos, "ya que no sé pasa con él... Bueno, mejor dicho, no es que no lo sepa, lo que sucede es que en los depósitos de todas las policías del Estado español no sé si hay entre 2.000 y 3.000 cuerpos sin identificar. Muchísimos de estos cuerpos son de extranjeros, es decir, gente que importa un pimiento si están vivos o muertos y que son el reflejo de una falta de solidaridad efectiva con los inmigrantes".

El autor sí desveló que el muerto es un travesti, y que en "ese runrún que genera su descubrimiento y los hechos posteriores es donde está el relato de Zarabanda". Relato marcado por unos diálogos "muy crudos pero, a la vez, muy burlescos. Esto no es una novela negra, de hecho, a ratos es descacharrante porque también busco conmover por medio de la risa; aunque supongo que al lector se le congelará esa sonrisa".

"En este libro hay seis tíos que están bastante descerrajaos, y no por la edad ni por el vino. Ellos son los que comentan los acontecimientos actuales, acontecimientos que les llevan a recordar otros crímenes sin resolver que se esconden en la sima". Respecto a ellos y su inspiración, con la sonrisa en la boca, Sánchez-Ostiz apuntó que "hay uno al que antes, cuando me afeitaba, lo encontraba todos los días en el espejo... Ahora le veo menos, a veces en el ascensor".