La semana pasada hablé del fin del Proyecto Amarika. De ese proyecto en el ámbito del arte al que la actual diputada ha dado carpetazo. Un proyecto que ha durado sólo tres años. Un proyecto ciudadano, participativo, abierto, orientado a la gestión compartida de varias salas expositivas de la Diputación. Un proyecto considerado -por poner sólo un ejemplo- por el Observatorio Vasco de la Cultura como ejemplar, pues, como a continuación explicaré, se trataba de un proyecto único en el Estado. Hablé un poco del fin de dicho proyecto y me quedaba pendiente explicar sus particularidades y los beneficios que producía -ya no puedo decir produce- para nuestra comunidad.

El Proyecto Amarika consiguió aglutinar en torno a él a un amplio grupo de agentes culturales: la Asamblea Amarika. Es cierto que la asamblea podrá continuar existiendo. Pero el Proyecto Amarika funcionó como pegamento que aglomeró a los miembros del colectivo: tener que afrontar un reto, una responsabilidad, común posibilitó que se crearan lazos entre agentes culturales que hasta entonces permanecían aislados. Incluso provocó que emergieran nuevos. Que se visibilizaran. En ese sentido, bajo el paraguas del proyecto, por primera vez algunas personas comenzaron a dar sus primeros pasos coordinando exposiciones y actividades. Se convirtió así en un semillero de artistas y de gestores. Es por eso que casi desde sus incios se empezó desde diversas instituciones culturales, centros de arte, museos... del Estado a invitar a los miembros del colectivo para que explicaran su ejemplar y particular modelo, pues los propios creadores se hacían responsables de abonar e incentivar la cultura del territorio. Sin intereses políticos, sin realizar un intento por ocupar una silla y un despacho y convertirse en unos nuevos funcionarios del arte. Pero sí por crear nuevo tejido cultural y económico en nuestra ciudad. Es por eso que el Gobierno Vasco estuvo dispuesto a aportar a nuestra Diputación unos iniciales 200.000 euros para habilitar un espacio abandonado situado en Zaramaga y convertirlo en una Fábrica de Creación, siempre que el colectivo se encargara de su gestión. Los últimos cambios políticos han truncado este proyecto. Y otros.

En definitiva: el Proyecto Amarika (de continuar) hubiera podido servir para que un nuevo sector cultural y económico que ya despuntaba hubiera prosperado en nuestra ciudad con el apoyo de la Diputación. El arte, la cultura, el turismo cultural, la industria cultural de nuestra provincia, podría haberse beneficiado de todo ello. Pero la miopía de nuestras instituciones que ven la cultura como un adorno, un aderezo, y no como un nuevo espacio de oportunidades sigue siendo galopante. El arte es cultura y es industria. Genera empleos, genera riqueza. Riqueza social, cultural y económica. ¿Tienen nuestras instituciones algún plan al respecto? No. Pues la Asamblea Amarika lo tiene. Hablen con ellos.