Vitoria. Hace 21 años que el Festival Internacional de Teatro de Vitoria y La Zaranda cruzaron por primera vez sus caminos. Vinagre de Jerez fue entonces la excusa perfecta para el encuentro. Desde entonces y por suerte, han sido varias las ocasiones en las que la compañía andaluza y el certamen alavés han vuelto a verse las caras, dejándose llevar el segundo por el particular lenguaje de los primeros, su sentido del humor, su poesía, su surrealismo, su trabajo con el mundo de los sentidos.

La trigésimo sexta edición de la cita gasteiztarra abre hoy las puertas del Principal para recibir otra vez a los ganadores del Nacional de Teatro 2010. Nadie lo quiere creer. La patria de los espectros, de Eusebio Calonge, se encuentra con el público a partir de las 20.30 horas (todavía quedan entradas disponibles entre 5 y 14 euros), aunque la relación de La Zaranda con los espectadores, esta vez, no se quedará sólo en la representación.

Un total de 30 afortunados podrán, después de la sesión, tener un contacto directo con los tres actores que protagonizarán el montaje dentro del nuevo ciclo Tertulias de Teatro, iniciativa que se inaugura hoy y que tendrá su continuidad este año con Miguel del Arco (2 de noviembre) y Juan Echanove (12 del mismo mes).

De esta forma, el festival recupera el espíritu de una iniciativa desarrollada a principios de los años 80. En concreto, en el 81, el certamen organizó dos coloquios entre el público y Nuria Espert y Tadeusz Kantor. Justo doce meses después, bajo el epígrafe de El teatro que hacemos, la cita repitió experiencia con las seis compañías que dieron forma al cartel del 82. Desde entonces, no se había vuelto a repetir la experiencia, salvo algún caso puntual y excepcional.

El objetivo, entonces como ahora, es dar la oportunidad a los asistentes a las representaciones de ponerse cara a cara con sus protagonistas para intercambiar opiniones y, sobre todo, conocer mejor a los grupos y sus intenciones.

Siempre especial Más de tres décadas de actividad hacen que La Zaranda haya cosechado una legión de seguidores a este lado y al otro del Atlántico, aunque tampoco hay que esconder que el grupo se ha tenido que enfrentar con grandes dosis de incomprensión, cuando no rechazo. La razón es muy sencilla, su manera de entender la escena hace que la formación sea de esas pocas elegidas que o encantan o generan todo lo contrario.

Nadie lo quiere creer es otro ejemplo de esa mezcla poética entre la risa y la lágrima, entre la locura y la realidad, entre la fiesta y el mayor de los dramas, todo ello bajo la mágica visión que siempre demuestra Paco de la Zaranda. El espectáculo se estrenó hace justo un año y desde entonces no ha hecho más que crecer, algo de lo que el público gasteiztarra podrá beneficiarse esta noche.

Como es habitual, la compañía habla de la vida, de lo cotidiano, de lo normal pero llevándolo a un universo que parece radicalmente distinto. Lo insólito, lo surrealista, lo trágico, lo humorístico, lo simbólico, lo agónico, lo... todo ello se mezcla con el talento y una visión única de la escena para componer una historia que no es tal, una obra que se traslada a lo que fue una casa señorial y unos habitantes de alta cuna que, sin embargo, han caído en el olvido.