Desde hace un tiempo, las miradas internacionales, la mirada del mundo, tiene reservado un reojo especial para el horizonte que ocupa China. Su demoledor e imparable rodillo económico y su constante y sistemática vulneración de numerosos derechos que todos creían ya intocables son las dos claves que pueblan las pestañas de numerosos reporteros gráficos mundiales, algunos de cuyos obturadores aparcan, sin la prisa de la actualidad informativa, en Gasteiz. La Florida, a su paso por el Parlamento Vasco, acoge este atajo sin puente aéreo, primer reflejo de una nueva edición del certamen Periscopio que reúne a pie de acera, hasta el 11 de diciembre, una selección de instantáneas de Reuters donde el trayecto invita a diversos rincones de esa incesante mirada.
La primavera árabe, la cuestión ecológica... Fueron algunos de los temas que se plantearon como protagonistas de esta nueva muestra -tercera- al aire libre, en los exteriores del legislativo vasco, pero "cuando mirábamos los archivos de los principales fotógrafos siempre aparecía China". La decisión de enfocar hacia el populoso rincón de Asia le llegó definitivamente al director del festival, Paco Valderrama, tras adquirir en una delicatessen gasteiztarra un bote de setas en conserva. Setas navarras... pero -como descubrió al poco leyendo la letra pequeña del adhesivo- navarras de China. "Y eso ya fue algo definitivo", bromea.
Los que no lo hacen son los encuadres reunidos en la muestra China: la factoría global, un total de 44, pertenecientes a una veintena de objetivos que reflejan el yin y el yang de la sociedad china, que se acostumbra con sorprendente comodidad de inercia al juego del neoliberalismo más desbocado, combinando un lujo in crescendo con una pobreza cimentada en la no menos habitual desigualdad del gigante asiático.
Minorías étnicas avasalladas y una clase media empujada, a la par, a la rueda consumo, conviven en la sucesión de pestañeos con pantagruélicos desfiles de alta costura y aquilatada joyería. Rascacielos futuristas lo hacen con no menos desaforadas torres de contenedores portuarios. Respiran la misma bandera de pretendida igualdad suburbios donde se desintegra la tradición y jaulas donde conciliar el sueño. Disidentes en perpetuo arresto domiciliario y desfiles armados en los que no se descuida el pintalabios conviven en el retrato del futuro número uno del ranking.
Las imágenes hablan. Y también lo hacen unos carteles informativos que las acompañan poniendo el pie de foto a esta arqueología -la noticia pronto se convierte en historia- de la información. Se descubren así, más allá de la imagen congelada, datos que no dejan menos hierático al peatón. Casi tanto como una estatua dedicada al turista que descansa en las calles de Shanghai. Y es que, por ejemplo, la realidad estadística de China explica que seis millones de personas mueren al año a raíz del consumo de tabaco, que alcanza el 37% de los cigarrillos mundiales. A pesar de que hay que contar con su particular escala -1.300 millones de habitantes-, el aumento de impuestos propuesto por Rubalcaba tendría allí un futuro fértil para el engrose y ajuste de las arcas del país.
Trabajadores inmigrantes -en el territorio de uno de los pueblos inmigrantes por antonomasia-, remolcadores humanos -su cultura los bautiza quia fu-, aprendizas del cada vez más de moda pole dance -baile en barra-, exiliados en el ghetto de la lepra, hombres anuncio, alumnos que pulen sus dotes de protocolo, guardianes de la tradición, camareros de pesadilla, símbolos del partido, niños instruidos en autodefensa y necesidad armamentística, embarazadas con afán de concursante... Son algunos de los perfiles que se ofrecen en este escaneado acrisolado de la China contemporánea, esa que, como recuerda Valderrama, tiene en sus manos el 40% de la deuda norteamericana -y parte de la europea-, esa que hincha poco a poco la burbuja de su ladrillo, esa que "multiplica cada año el número de millonarios".
Pero China no deja de ser un producto de la realidad actual, una consecuencia de un tácito pacto global, "un reflejo, en el fondo, del mundo y de nosotros mismos", añade Valderrama, que no olvida mencionar, al desplegar toda la potencia de trabajo de Reuters -segunda agencia fotográfica del mundo-, otras realidades que arrastra ese hilo conductor universal, las muertes, durante este mismo año, de dos de sus autores, en México y Libia.
Porque una de las virtudes de este Periscopio que comienza ya a subir de nuevo en Gasteiz es la de acercar un mundo que, a la par, está demasiado cerca. Las decisiones que tomamos cada día influyen en las imágenes que se revelarán en próximas ediciones, y lo han hecho ya, sin quererlo -o queriéndolo demasiado bien-, en las que poblarán en breve la ciudad. Por eso cuando le preguntan cuál es su imagen preferida de la muestra, que ayer visitaron los responsables de la Mesa del Parlamento Vasco -los "editores" de este particular diario de imágenes-, Valderrama confiesa que "depende del día". Que todo gira en función del ánimo y la conciencia. Y quizás también dependa de lo que ha comido. De si los espárragos son de Navarra o, de nuevo, el yang se ha colado en el etiquetado.