río de janeiro. Maná debe poseer un don para, años después de estrenarlos, recitar de nuevo sus éxitos y poner a sus pies al público desbocado de Rock in Rio, que disfrutó de una noche antológica en la que Maroon 5 y Coldplay se comieron el escenario. La actuación de Maná será recordada en el futuro como uno de los conciertos más emblemáticos del festival en una velada intimista en la que los mexicanos abrieron su corazón para derrochar pasión aderezada con ese rock delicado que cautivó a 100.000 almas soñadoras.

La banda mexicana logró un hito en esta edición de Rock in Rio al mantener en vilo durante cerca de una hora al exigente público carioca, que en ocasiones se pierde con facilidad en la inmensidad de la Ciudad del Rock. Desprendidos con acierto de esa parafernalia teatrera que exhibieron en su reciente gira por España, Maná abrió fuego con Lluvia al corazón, el primer sencillo de Drama y luz, su último trabajo, sobre el que pasaron de puntillas para, quizá, garantizarse la gloria y evitar sorpresas desagradables.

Superado con notable éxito su entrada en escena, la banda comenzó un amplio recorrido por su discografía con Oye mi amor, Eres mi religión y Labios compartidos, que elevó la temperatura y dio rienda suelta a los deseos y la ternura. Sin embargo, a los mexicanos les faltó interpretar por primera vez en directo El verdadero amor perdona, tercer sencillo de su última producción y estrenado hace unos días.

Maná saldó rápidamente su deuda al llamar al escenario a Andreas Kisser, el guitarrista brasileño de Sepultura, para cantar Corazón espinado, que entonaron con la colaboración del público, entregado a la causa del rock urbano y ligero. El grupo mexicano cerró el concierto con un epílogo apoteósico después de que Fher, el vocalista, se enfundase la camiseta de la Canarinha y enarbolase las banderas de Brasil y México para apelar a la unión.

Costaba imaginar que Maroon 5 al menos lograse igualar el éxito de Maná. Y lo consiguió gracias a la complicidad visceral y sensual que su líder, Adam Levine, alcanzó con la multitud que abarrotó la Ciudad del Rock en el sexto día de conciertos. La banda californiana, consciente de que el listón estaba muy alto, no se amilanó y salió a comerse el mundo en medio del júbilo con Moves like Jagger, que consiguió mantener el ánimo de un público que se encontraba en estado de ebullición. Levine, un genio sobre el escenario, puso la carne de gallina con el sonido de Makes me wonder y con otros dos grandes éxitos como This love y She will be love en un clima de nostalgia y con la opinión unánime de que, por fin, una jornada del Rock in Rio gozaba de cierta continuidad y coherencia musical.

La actuación de Coldplay, en mitad de la madrugada, comenzó con un cierto aire de expectación por ver la acogida que recibiría su nuevo álbum, Mylo Xyloto, que llegará al mercado el 24 de octubre. Las sensaciones fueron inmejorables después de que la banda comenzase su espectáculo con el sencillo que da nombre a su nuevo trabajo, continuase con Hurts like heaven y estrenase otros cuatro títulos como US against the world, Paradise, Major Minus y Every teardrop is a waterfall, en una actuación inconmensurable.

Con In my place, la gente vibró y se emocionó en un concierto en el que no se le puede pedir más al líder de Coldplay, Chris Martin, que se ganó el cariño de los cariocas por no dejarse en el tintero temas como Violet hill, Fix you o Viva la vida, que llevó el éxtasis y el delirio al público.