Lo advirtieron el primer día, cuando en la gala de inauguración, les pidieron una palabra, una actitud para proteger el futuro del cine y todos escogieron el "coraje". El jurado presidido por Frances McDormand concedió la Concha de Oro a Los pasos dobles, de Isaki Lacuesta, con pasajes de innegable belleza pero con apariencia de experimento inacabado, y dos de los premios más importantes, mejor dirección (Filippos Tsitos) y mejor actor (Antonis Kafetzopoulos), a la película griega Adikos kosmos que no se había asomado a ninguna quiniela. El reconocimiento al mejor guión a Hirokazu Kore-eda sonó a premio de consolación, y las películas de Terence Davies y Enrique Urbizu y la interpretación de José Coronado se fueron de vacío. El reconocimiento al papel de María León en La paz dormida, sin embargo, fue unánimamente aplaudido.

El primer Zinemaldia de José Luis Rebordinos no pudo sortear la controversia, pero sí arrinconó el tedio. La novedosa ceremonia de entrega de premios en directo, al estilo de Cannes, Venecia y Berlín, se vivió con expectación entre los espectadores pero también para los ganadores, que sabían que habían obtenido un galardón pero no si era el premio a la fotografía o la Concha de Oro. La gala vino precedida, inevitablemente, de conjeturas: el nombre de Lacuesta sonaba desde la mañana y Álex de la Iglesia, miembro del jurado, anunciaba antes de entrar "sorpresas y abucheos".

De hecho, la gala, presentada de nuevo por Marta Etura y Bárbara Goenaga, arrancó con las quinielas en las redes sociales. Etura se posicionó con el que pedía la Concha de Plata para María León, y Goenaga bromeó con el comentario que apostaba por Kim Ki Duk, quizá animado por las preferencias del también integrante del jurado de la Sección Oficial, Guillermo Arriaga, que avisó de su capacidad para valorar películas "sin estructura narrativa".

Con Oreka Tx y Kepa Junkera como banda sonora y una pantalla de Windows como marco, el cineasta noruego Bent Hamer desveló el primer secreto del palmarés oficial con el premio al mejor guión para Kiseki de Kore-eda, que lo recogió en zapatillas. "He corrido para llegar a la ceremonia y se me han olvidado los zapatos", contó el cineasta nipón, cuya anécdota fue celebrada por el alcalde donostiarra, Juan Karlos Izagirre. El director compartió "el premio con los niños" de su película "que están esperando en Japón, donde lo celebraremos". "Este festival de cine me gusta mucho, espero poder volver", aseguró Kore-eda, al que al menos no se le alargó demasiado el suspense para saber que el Zinemaldia volvía a negarle su premio principal.

La fotografía reconoció al filme sueco Happy End -a propósito, el único acierto de la quiniela de este periódico-, cuyo director, Ulf Brantas, aseguró que había preparado un discurso pero que, "desgraciadamente la traducción de Google ha estropeado la gramática" y se limitó a reivindicar la importancia de la fotografía.

La actriz china Jai Ling, la más atrevida y afectuosa del tribunal, fue la encargada de entregar el premio menos discutido, la Concha de Plata a mejor actriz para la casi debutante María León. "A mí me gustaría que el premio tuviera dos nombres, el de Inma Cuesta -su compañera de reparto y hermana en la película de Zambrano- y el de María León. Sin ti, Pepita no hubiera sido la misma. También he tenido un guión y un director como materia prima maravillosa, pero yo se lo agradezco principalmente a mi hermana", subrayó. Se lo dedicó a su "chico", a su hermano Paco (el actor de Aida) y a su madre "la Carmina, lo más grande que tengo en esta vida, mi psicóloga, mi amiga, mi enemiga".

tragedia griega Todo iba razonablemente bien hasta que Sophie Okonedo anunció el nombre del mejor actor, que era un policía, como se auguraba, pero ni Woody Harrelson en Rampart ni, sobre todo, José Coronado en No hay paz para los malvados. El elegido era el funcionario griego que encarna Kafetzopoulos en Adikos kosmos. El interpretó agradeció recibir con este premio "un gran argumento para lo que estamos haciendo en estos momentos tan difíciles". "No es fácil hacer cine en Grecia en estos momentos", recordó y se dirigió en griego para dar las gracias a su director que, para sorpresa de muchos, fue el siguiente en subir.

De la Iglesia escuchó la desaprobación que había anunciado al proclamar el galardón al mejor director a Tsitos, que se lo dedicó a su mujer, que le "ha apoyado con tanta pasión que pensaba que creía en la película más que yo" y a "todos los buenos amigos y artistas que aceptaron trabajar gratuitamente en esta película".

Con la decisión a medio encajar, Guillermo Arriaga explicó que para "reconocer la intensa colaboración entre la directora y el reparto", se otorgaba la Mención Especial a Le Skylab, lo que desbarató cualquier análisis sobre el sacrifico de las películas convencionales. Julie Delphy -vestida como María León con un sencillo vestido negro- agradeció a "esos momentos felices del pasado" que le permitieron construir una película sobre la "infancia y la alegría" y que le brindaron ahora un nuevo instante afortunado en el presente.

las 'microminorías' A esas alturas Lacuesta ya se sabía ganador del premio principal del festival. En cuanto Frances McDormand dio paso a la Concha de ora, el equipo subió al escenario y la productora de Los pasos dobles, una eufórica Luisa Matienzo, exclamó: "Soñé desde pequeña estar aquí. Ha llegado mi hora".

La guionista cómplice del cineasta catalán, Isa Campo, recordó al equipo, que se sobrepuso a "ataques de malaria, insolaciones y tormentas de arena". Lacuesta, cuyo anterior largometraje de ficción Los condenados se llevó el Fipresci en Donostia, leyó una nota enigmática de Miquel Barceló: "Los cineastas, los dogon, los catalanes de ultramar somos microminorías orgullosas. La pintura como el cine esta hecha de la unión de contrarios", celebró.

Pese a que se le notaba feliz, Lacuesta acusó los abucheos de parte del público y de la prensa y no abandonó el discurso defensivo de hace unos días en la rueda de prensa, en la que expresó que era más fácil que los niños entendieran sus películas que los críticos. "Hace años venía a este festival como periodista. Era más agradable estar al otro lado", aseguró el ganador de la Concha de Oro. "Yo le decía a Luisa: parece que te vas a arruinar pero al final no ocurrirá", bromeó Lacuesta, de madre tolosarra, que dejó un último recado: "Yo he sido crítico cinematográfico y les digo que si mañana (hoy) leen que es una película ininteligible, no hagan caso y confíen en su inteligencia y su sensibilidad, y en este jurado maravilloso".

La cantera En un ambiente más relajado, el presidente del jurado del premio Kutxa Nuevos Directores, Jonathan Rosenbaum, desveló los futuros isakis con el galardón, dotado con generosos 90.000 euros, a The river used to be a man, una película que narra la odisea de un joven alemán que viaja por un delta africano. Su director, Jan Zabeil, saltó de alegría entre las butacas. Zabeil, quizá el más emocionado de la ceremonia junto a María León, proclamó: "Esta es la mejor parada de este viaje. Soy el tío más afortunado de esta noche".

En Horizontes Latinos, Juan Diego Botto premió la "sensibilidad" de Las acacias, que ya había recibido la Camera d'Or en Cannes. Su director, Pablo Giorgelli, dedicó el premio a su mujer, editora de la película, y a su suegra Alicia. "Le debía le dedicatoria porque -admitió entre risas-, había grabado una escena con ella y al final la eliminé en el montaje".

idilio popular con labaki El actor Michael Fassbender, uno de los nombres propios de este festival, entregó el Premio del Público a la película europea más votada, a la productora de Et maintenant on va où, ya que la directora, Nadine Labaki se encontraba en Lille. "La proyección de la película en Donostia ha sido una de las más emocionantes. Nunca olvidaré vuestros rostros, sonrisas, alegrías y la oleada de energía positiva. Gracias San Sebastián por haberme brindado uno de los momentos más emocionantes de mi vida", reseñaba la nota de Labaki, que en 2007 obtuvo el mismo galardón con Caramel.

Con una visión apresurada del Premio de Público, un extremista hablaría de brechas: la película que obtuvo el premio Fipresci, compuesto por la crítica internacional, The tree of life, ha obtenido la puntuación más baja de todas entre los espectadore. Algo tan cierto como que la que finalmente lo ha ganado, The artist, es una joya muda en blanco y negro, que cuenta con las bendiciones de los cinéfilos más exigentes. En estas contradicciones cobran sentido las declaraciones de Alex de la Iglesia al diario del festival: "Se elegirá la película que más le haya gustado al jurado. Sin embargo esto no querrá decir en absoluto que sea la mejor película ni la más interesante para el público, sino simplemente la que más le ha gustado al jurado" en el que anidan "gustos y pareceres contrarios". Una heterodoxia que se apodera también de la programación de la Sección Oficial: "Es como si en una sección de gastronomía compitieran una tarta de queso con un cordero, y uno se pregunta qué tendrá que ver una cosa con la otra". ¿Ha ganado la tarta de queso o el cordero? ¿Y el futuro del cine, el hilo conductor de esta edición? Goenaga reconoció: "No tenemos todas las respuestas, hemos podido atisbar algunas, y perpetrar nuevas incognitas". En los mensajes de las redes sociales el público se centraba en el presente inmediato: "El jurado de San Sebastian acaba con la crisis griega". "¿Qué pasa con Urbizu?. "No tengo palabras".