Isaski Lacuesta defendió ayer como pudo la segunda producción española de la competición, Los pasos dobles. El filme, además, tiene su "gemelo" en El cuaderno de barro, que este año se exhibe también en Zabaltegi Especiales con un denominador común con su hermano: Miquel Barceló. El artista mallorquín actúa en ambas cintas, en las que se le puede ver trabajando en su taller africano. En el primero de los filmes, además, aparece citado junto al director como "colaborador especial"

Y es que el proyecto surgió cuando la productora Luisa Matienzo e Isaki Lacuesta fueron a rodar una performance de Barceló en Mali, donde reside y trabaja durante largas temporadas. Al final, se liaron la manta a la cabeza "exprimieron un poco más" al artista, que siempre se sintió reflejado en la figura de François Augiéras (1925-1971), un pintor y escritor francés que pasó parte de su vida en África y que no es muy conocido. "En Europa seremos un pequeño club de 50 personas, todas conocidas. Hay gente que incluso pensó que era yo, oculto como un heterónimo de Pessoa. Pero no", explicó.

Los pasos dobles intenta evocar la épica búsqueda de los frescos pictóricos que Augiéras sepultó bajo la arena en un búnker militar para que fueran descubiertos por "los hombres del siglo XXI", ya que los de su tiempo no serían capaces de entenderlos.

Por su parte, el director aseguró que su obsesión por la duplicidad tiene que ver con el hecho de que cuando rueda una película siempre se le desdobla y le surgen otras cuatro o cinco. "No sé por qué tengo esa obsesión por los dobles, igual es porque te permite cambiar de estilo sobre la marcha y hacer que la historia cobre mayor fuerza", sentenció. En el caso de Los pasos dobles -que ya se titulaba premonitoriamente así antes de saber que el filme tendría un "gemelo"- el equipo fue llenando la película con los elementos y personajes que fueron encontrando allí. "Me gusta que la historia cambie sobre la marcha. Si intentas lo contrario, te das de bruces contra la pared", aseveró.

En el casting incluyeron a varios actores y bailarines que iban a participar en la performance organizada por Barceló, génesis de la película, así como a amigos personales y ayudantes del artista mallorquín que, pese a carecer de cultura audiovisual, se mueven por el encuadre "de una manera muy espontánea". El propio artista, presentado como "actor" en la rueda de prensa, dijo no haber pretendido actuar, pues trabajó en su taller como si la cámara no estuviera "para no desnaturalizar nada". Por eso eludió las comparaciones con El sol del membrillo, película en la que Víctor Erice captó en acción al artista Antonio López. "Lo mío fue poco tiempo, solo Isaki, Isa Campo (coguionista) y el cámara. Mi casa es una choza, una serie de cuevas al lado de un acantilado, tan pequeña que no caben más de dos o tres personas a la vez", señaló.

CRÍTICAS

Mal rollo

La rueda de prensa se desarrolló en un ambiente de mal rollo continuo desde que un periodista se quejó de que el Zinemaldia hubiera programado dos cintas con "ese señor" -Barceló- como actor. "Si le consuela, hemos pagado nosotros el viaje, el dinero no ha salido del erario público", le espetó Lacuesta, que después se mantuvo a la defensiva casi hasta el final. Otro periodista crítico pero respetuoso con el filme le reprochó ser una fallida mezcla de cine africano, spaguetti western y película costumbrista -"una postal de Mali"-, consideraciones que Lacuesta zanjó así: "Me satisfacen las películas imperfectas, está bien que las cosas no sean redondas". "De todos modos la gente aprecia más lo que ya ha visto antes que lo que no ha visto nunca", añadió, para advertir de que la suya "no es una película fácil".

El periodista se disponía a abandonar la sala cuando Lacuesta le invitó a ir a Mali a rodar una película. "Hemos hecho dos para eso: si no le gusta una, vea la otra, y si no, haremos una nueva hasta que le guste". "Es lo que hago yo, que siempre pinto otro cuadro porque pienso que el anterior no estaba muy bien, y llevo ya 40 años", terció Barceló, que cuando el aludido se fue definitivamente dijo: "Son peores que los críticos de arte, que al menos se quedan hasta el final". "Le parecemos más aburridos que en la película, y algunos incluso se marchan sin verla entera", agregó Isaki Lacuesta, que fue aún más lejos al afirmar: "Esta película quizá la entiendan mejor algunos niños que gente con más vocación cinéfila o una trayectoria como críticos. Igual uno se hace demasiadas preguntas cuando un niño lo vería como cuando ve a Son Goku en Bola de dragón y un personaje se convierte en mono que va saltando de una historia a otra", afirmó