Carnota (A Coruña). José Luis Cuerda, que rueda estos días en Galicia Todo es silencio, su largometraje número once, repite colaboración con el escritor Manuel Rivas, autor del guion, para dar vida a un pueblo rendido al narcotráfico y a una historia de personas que "aún tienen en consideración al otro".

En una jornada del rodaje en la localidad coruñesa de Carnota, el director de Amanece que no es poco explicó que la película habla de amor -"amor sí, pero durito", puntualiza-, con la supervivencia de todo un pueblo como trasfondo y su sumisión, deliberada o no, al narcotráfico. "Es una historia de amor en una zona rural donde las cosas son crudas, son fastidiosas", señala Cuerda, y también una película de personajes muy complejos. "Nunca -añade el responsable de Los girasoles ciegos, La lengua de las mariposas o El bosque animado- me he encontrado con personajes tan poliédricos, que tengan más facetas y donde esté menos claro que las cosas se hagan por una razón". De hecho, el albaceteño, que luce una imagen inusual, con la barba rasurada por "una promesa a la virgen", bromea, ha hecho una película muy gallega. Se autodenomina "gallego adjunto" para explicar su debilidad por la tierra en la que ha invertido parte de su vida y "el dinero que no tengo", dice, por culpa de Amenábar -al que ha producido parte de sus películas, desde Tesis-, que le empujó a fundar una bodega. La historia de Todo es silencio, que Rivas realizó por encargo del productor y terminó siendo una novela, habla del narcotráfico y las redes de contrabando que actúan en la costa atlántica española y acaban por controlar la vida de los pueblos en los que recalan. Y es una historia de amor a tres, dos amigos de la infancia, Brinco (Miguel Ángel Silvestre) y Fins (Quim Gutiérrez), y una mujer, Leda (Celia Freijeiro). Juntos se han dedicado desde pequeños a explorar la costa en busca de lo que el mar arroje, sin saber que su destino estará ligado al omnipresente y corrupto capo Mariscal (Juan Diego).