Si donde se concentra mayor número de alaveses la situación está complicada a causa de la crisis, qué se puede decir que lo que sucede en el resto del territorio. Aún así, hay quien se empeña en seguir peleando, ajustando cada paso a los euros disponibles y ralentizando la oferta pero sin dejar que ésta desaparezca.

Los dos únicos espacios que cuentan con una programación estable de teatro y cine se encuentran en Amurrio y en Agurain, dos infraestructuras culturales que en tiempos normales contaban con un amplio e intenso cartel que abarcaba distintas expresiones de las artes escénicas y, además, para todos los públicos. Con los presupuestos flaqueando, las temporadas han ido menguando, pero ambos emplazamientos han mantenido aunque sea un hilo de actuaciones a lo que hay que sumar que la apuesta cinematográfica ha seguido casi intacta.

Se pueden encontrar en el resto de Euskadi y Navarra ejemplos de teatros que o han cerrado en determinadas épocas (poniendo incluso como excusa que estaban en obras) o que directamente han cerrado sus puertas durante un tiempo y no han ocultado las razones. Sin embargo, Amurrio y Agurain han preferido seguir en la pelea aunque sea a base de hacer encaje de bolillos y de realizar los recortes necesarios sin perder eventos referenciales como el festival Begibistan.

En los últimos años, también han sido importantes los esfuerzos que se han realizado desde el centro sociocultural de Zigoitia, sobre todo, en un momento dado, en pro de las compañías del territorio. En esa búsqueda de un modelo de actuación definitivo, el espacio es otro de los que ha decidido no claudicar ante la crisis económica, buscando como aliado al grupo alavés Panta Rhei y poniendo en marcha el ciclo Bideart.

Es evidente que con algunos recursos económicos más se podrían desarrollar en toda su amplitud los planes establecidos entre el municipio y el grupo, pero el mero hecho de que la apuesta se mantenga es ya una buena noticia.

A partir de ahí, en la provincia no existen más escenarios con una programación estable (aunque no habría que perder de vista la labor que se hace de llevar el teatro a las escuelas alavesas a lo largo de cada curso), pero sí eventos anuales que también están peleando lo suyo para mantenerse.

El más veterano es el Festival de Teatro de Humor de Araia, que en sus 18 años de vida se las ha visto también de todos los colores económicos. Con todo, el certamen ha ido adecuándose en los últimos años a la situación actual sin que el público note demasiado determinados ajustes, consiguiendo además no trasladar los recortes a la programación paralela que desarrolla en diferentes puntos de Álava a lo largo de agosto.

Igual de meritorio es lo del Festival de Teatro Amateur de Dulantzi. Nació cuando la crisis todavía no era ni una amenaza y este noviembre cumplirá su quinta edición. Lo más fácil, con la falta de recursos públicos, hubiera sido o abandonar el proyecto o, durante un año o dos, dejarlo en suspenso a la espera de que lleguen tiempos mejores. Sin embargo, la cita es otra que se ha comprometido a seguir en la pelea más allá de que la realidad aconseje otras medidas.