GLENN Close se estrenó en el largometraje en 1982 con el papel de Jenny Fields, la carismática enfermera de El mundo según Garp. La adaptación de la novela de John Irving le brindó solo el primero de casi 40 intensos personajes cinematográficos que la han convertido en una de las mejores y más solventes actrices de su generación. Su talento es equiparable al de otras estrellas que, como Meryl Streep, Anjelica Huston o Susan Sarandon, ya recogieron en su día el Premio Donostia. Ahora le toca a ella recoger un merecido galardón que servirá para recordarla como enajenada y despeinada amante de Michael Douglas en Atracción fatal; vengativa marquesa de Las amistades peligrosas; atribulada enferma en El misterio von Bullow; implacable redactora jefa del sensacionalista The New York Sun en The Paper; o mala-malísima Cruella de Vil de 101 Dálmatas.
Tras haber actuado para cineastas como Kasdan, Frears, Schroeder, Petersen o Altman, lleva casi cinco años inmersa en su faceta de animal catódico, insuflando vida a la maquiavélica Patti Hewes, escrita para sacar chispas a su inmenso potencial interpretativo. Dice haberse refugiado en la televisión porque ya no le ofrecen cosas interesantes en el cine. Y lo cierto es que su mejor época parece lejana en el tiempo, y resulta difícil citar un filme memorable entre todos los que ha protagonizado en la última década.
Quizá cambie su suerte con Albert Nobbs, su regreso a la gran pantalla en el que encarna a una mujer de la Irlanda decimonónica que se disfraza de hombre para labrarse un futuro mejor. Es, sin duda, el tipo de papel que hace fibrilar a los brontosaurios de la Academia de Hollywood, que tal vez podrían darle al fin su anhelado Oscar. Si no fuera así, Glenn tendrá al menos el Premio Donostia.