Santander. El Palacio de Festivales de Santander acogió ayer la representación de la coreografía Negro-Goya, la última creada por José Antonio para el Ballet Nacional, una institución cuya dirección abandonará el próximo 31 de agosto. "Para nada será un epitafio", subrayó el bailarín durante la presentación en la capital cántabra del montaje, una obra que, con música de Enric Palomar, ofrece una visión de la "genialidad intemporal" del pintor aragonés, inspirada en los desastres de la guerra y su última etapa creativa.

Acompañado por los bailarines principales de la obra Fernando Romero (Goya), Elena Algado (Leocadia), Miguel A. Corbacho (el Rey) y Miguel Ángel Espino (el macho cabrío), el director del Ballet Nacional aseguró que esta última coreografía "no son fuegos de fuegos de artificio para cerrar una etapa". "No es ningún tipo de despedida", recalcó José Antonio, quien explicó que Negro-Goya es un proyecto en el que venía trabajando desde hacía cuatro años con Enric Palomar y que iba a poner en marcha "fuera donde fuera".

Finalmente, según recordó, el Ministerio de Cultura decidió estrenarla este año con motivo del 60º aniversario de los festivales internacionales de Granada y Santander, los más veteranos del panorama estival en España. José Antonio explicó que Negro-Goya es un ballet "muy coral", aunque centrado en los bailarines principales, que cuenta con la participación de todo el elenco del Ballet Nacional en una recreación "magnífica" de los personajes. "En esta coreografía no hemos querido reproducir la historia, sino que era sugerente tomar al personaje de Goya y su genialidad pictórica", incidió el director del Ballet Nacional. Para ello, José Antonio y Enric Palomar se inspiraron en tres colecciones de la "época negra" del pintor aragonés, como son Los caprichos, Los desastres de la Guerra y Aquelarre, para narrar los momentos previos a su marcha al exilio de Burdeos (Francia). "Está Goya en toda su esencia", subrayó el responsable del Ballet Nacional, antes de resaltar la "intemporalidad absoluta" de la figura de Goya, lo que se refleja en una coreografía que dura aproximadamente una hora y media, con un nivel técnico "apabullante" y un "vocabulario rico y extenso".

Por su parte, Fernando Romero señaló las dificultades con las que se encontró para acoplar el personaje de Goya a una partitura "muy contemporánea y tensa desde el principio", que supone "un pulso a la coreografía". El bailarín explicó que su papel representa "el mundo no figurativo de Goya" y refleja el "tormento interior" de un artista que "vive sus monstruos". Sin embargo, ha matizado que para interpretarlo no se ha basado en la figura del pintor aragonés, sino que ha utilizado el "tormento diario y creativo" de su director en esta coreografía, José Antonio.