gijón. La Semana Negra se clausura hoy, después de diez días de intensa actividad cultural y festiva, en medio de un clima de incertidumbre sobre su futuro, pero con la sensación de que ésta ha sido la última edición en Gijón, donde comenzó hace veinticuatro años.
El acto oficial de entrega de los premios a los autores galardonados, programado para hoy al mediodía, se esperaba con expectación puesto que su director, Paco Ignacio Taibo, anunció que desvelaría la incógnita sobre las opciones que tiene el festival para continuar.
Las autoridades municipales se han mantenido en silencio frente a las demandas de distintos estamentos políticos y culturales que le reclaman que "asuma la responsabilidad" de mantener la Semana Negra en Gijón, por considerarlo "un patrimonio forjado durante casi un cuarto de siglo que "pone a la ciudad en el mundo".
Por primera vez en la historia del festival, ningún representante del gobierno local estuvo presente en la ceremonia de clausura y tampoco asistieron a la inauguración y al debate con los grupos políticos del Ayuntamiento.
La alcaldesa, Carmen Moriyón, criticó el "alto coste" para las arcas municipales y exigió una "refundación" del festival, al considerar que los 300.000 euros de subvenciones municipales que recibe son un precio muy caro para "abrir un telediario", en referencia a la repercusión periodística del certamen.
Los 150 escritores y más de un centenar de periodistas internacionales acreditados firmaron un manifiesto para pedir la continuidad del festival literario.
Taibo ratificó la voluntad de la organización de "no ceder ni un milímetro" en la concepción de la Semana Negra como una mezcla de actos culturales y fiesta popular, con noria incluida, y que llegado el caso puede irse a alguna de las seis ciudades que le han hecho ofertas en los últimos días.
Joaquín Sabina aseguró que la cancelación del festival "sería como cerrar un museo para abrir un bingo". Asimismo, el escritor gallego Manuel Rivas advirtió que "los espacios culturales son las primeras víctimas de las políticas de recortes y de la demagogia de la austeridad".
Cientos de miles de visitantes pasaron por el recinto ferial con la sensación de que sería la última vez.
Los carteles que anuncian el certamen se han convertido en un "souvenir" codiciado al igual que los libros editados por la organización que se regalan al público.