Bruselas. Si algo tienen en común la fiesta nacional que celebran países como Francia, España o Bélgica son los desfiles militares que recorren sus respectivas capitales. Un evento, que pese a la crisis que sacude al viejo continente, siguen celebrando con más o menos pompa cada año. Este jueves 21 de julio le toca el turno al país de los belgas pero la cita llega con morbo incluido. La Casa real belga ha vetado por primera vez al menor de los tres hijos de los reyes Alberto II y Paola, el príncipe Laurent. Ni él ni su mujer Claire participarán en los actos oficiales, misa en la Catedral en honor al rey y desfile militar, sancionados por los continuos escándalos provocados por la que esta considerada como la oveja negra de esta real familia.
Un castigo contra Laurent que la prensa belga presenta como una deshonra pública y el colofón a meses y meses de ausencia. Toda "una sanción histórica" porque la Fiesta nacional está considerada como la actividad pública más simbólica para esta familia. Y es que al monarca Alberto II parece que definitivamente se le ha agotado la paciencia con su hijo más pequeño. Tanto ha llegado la sangre al río que ni se le menciona en palacio ni mucho menos se le invita a actos oficiales de ningún tipo desde hace meses.
La tormenta estaba latente desde hace tiempo pero ha sido este año cuando ha estallado con toda su virulencia. El primero de los tropiezos de Laurent tuvo lugar en febrero pasado en un avión de la aerolíneas Brussels Airlines. Aunque el príncipe había comprado billetes para viajar en clase turista exigió a las azafatas que le dieran asientos en primera, un escándalo del que dio buena cuenta la prensa belga acostumbrada a sus salidas de tono. Sus destrezas volvieron a saltar a la luz cuando las portadas de los diarios se hicieron eco de la retirada de su permiso de conducir, tras ser "pillado" circulando en su Fiat Punto Abarth a 82 kilómetros por hora por una céntrica avenida de Bruselas donde la velocidad está limitada a 50 km/h. Pese a su condición real, las autoridades policiales no se amilanaron y denunciaron ante la justicia la violación cometida sobre el código de circulación. No hubo ninguna duda: dos semanas de retirada del permiso de conducir.
Pero sin ninguna duda el momento más grave vivido este año ocurrió durante un viaje realizado en marzo pasado por el príncipe a la antigua colonia belga y hoy República democrática del Congo, con quien su país mantiene relaciones algo tirantes. Pese a las recomendaciones del Palacio de Laeken y la amenaza del Gobierno de Yves Leterme de retirarle el generoso cheque que recibe todos los años del presupuesto, nada menos que 312.000 euros libres de impuestos, el enfant terrible de la monarquía belga hizo caso omiso para enfado de la Casa real. La prensa belga continuó escarbando en sus actividades y descubrió que entre 2008 y 2010 visitó en numerosas ocasiones Libia en busca de proyectos medioambientales que realizar con uno de los hijos del coronel libio Muamar Gadafi, a quien la comunidad internacional exige ahora el abandono del poder y del país. Además, tras su viaje a la república congoleña, Laurent se reunió sin el aval de su gobierno en funciones con rebeldes libios por lo que fue llamado de nuevo al orden por Leterme.
Laurent, de 47 años y duodécimo en la línea de sucesión al trono, es con creces el que más problemas ha suscitado en el entorno de la familia Saxo-Coburgo. En 1999 también lo cazaron circulando por Bruselas a 146 km/h en un lugar donde el límite era de 50km/h y un año más tarde en la ciudad flamenca de Brujas a una velocidad de 137km/h donde regían los 70km/h. Pero sus problemas van más allá de la diplomacia y la velocidad. En 2007 tuvo que pasar por los juzgados a declarar en un caso de desviación de fondos que le salpicó directamente tras reformar su villa de Bruselas con una "ayudita" de 185.000 euros procedentes de fondos de la Armada. El príncipe consiguió salir airoso pero su buena suerte parece que se ha terminado.