Vitoria. Aprende a golpe de experiencia, y ya suma varios decenios de práctica continuada en lo suyo, que es la música. Galones no le faltan. Bingen Mendizabal vivió de la mano de Hertzainak el vendaval provocado por una corriente que en su momento fue bautizada como rock radical vasco, después se topó con el cineasta Juanma Bajo Ulloa y se adentró en la maraña de la composición de bandas sonoras (suma cerca de cuarenta), lleva años acompañando a Mikel Urdangarin en los directos y entre nota y nota participa en los proyectos más disparatados, como Kautuksi, un grupo de improvisación que le duró un par de años, "¡pero grabamos cien discos!", se jacta él. Bucea en un mundo poblado de escalas, triadas, acordes, tonalidades y métricas, y trata de compensar ese desorden incorpóreo aferrándose a cosas más tangibles, como su familia o sus amigos. Pero siempre vuelve a la música, un hogar agridulce para todo creador.
¿Recuerda cuál fue su primer contacto con la música?
Empecé con el txistu a los 8 o 9 años. Mis dos hermanas tocaban el piano, así que en casa escuchaba música todos los días. Tras el txistu llegó la guitarra, y luego el violín.
Del violín a la guitarra hay un buen salto, ¿no?
Me gustaba mucho el grupo de folk Gwendal, el grupo bretón, y yo quería tocar eso. Les di la brasa en casa y mi hermana me trajo un violín de Rusia, porque allí estaban más baratos. Luego formamos un grupo, Nahiko, que duró unos cinco años. Tocábamos estilo funky...
...Y en esas por su estación pasó un tren llamado Hertzainak.
Sí (risas). Les conocía por Tito, saxofonista de Hertzainak. Era el más veterano del grupo. Luego me hice amigo de Josu Zabala y me invitó a ensayar con ellos. Colaboré en el primer disco (en una canción bastante caótica, en Arraultz bat pinu batean) y luego me llamaron para tocar con ellos de vez en cuando. No he sido hertzaina al cien por cien pero sí colaborador. Siempre me han gustado. Antes incluso de conocerles, yo era fan de ellos.
Aquella ola arrastró a más de uno... ¿Seguimos llamándola 'Rock Radical vasco'?
La etiqueta se la pusieron para vender, yo creo, pero los grupos no estaban de acuerdo. De todos modos fue un movimiento muy interesante, contestatario a todo lo que estaba pasando, una explosión de rabia y de alegría. Esa es la parte buena, pero luego tuvo una mala, claro, porque hubo mucha gente que se quedó en el camino, ya sabes, muchas ganas de diversión, de desfase... Todo fue paralelo a la Movida Madrileña, aunque lo de aquí era muy diferente, más comprometido, más politizado.
Y ahora vuelve a resurgir esa mala leche, esa ola de inconformismo, de la mano de los 'indignados'. ¿Le traen buenos recuerdos?
Estos temas son cíclicos. Tarde o temprano tenía que llegar esta corriente de disconformidad.
En su disciplina, ¿qué género musical marca las pautas de la rebeldía?
Ahora la música más rebelde parte del hip-hop. Las letras empiezan a alejarse del standard que llegó de los Estados Unidos, y se empiezan a hacer letras más comprometidas.
"Está la cosa como para ser de izquierdas". Lo dijo usted en cierta ocasión. ¿Quiere decir que hacía música de izquierdas y que ahora está cambiando de tendencia?
(Risas) La música puede ser lo que tú quieras que sea. Detrás de toda expresión artística hay un modo de pensar, de entender la vida, y en algunas melodías es más evidente, en otras más velada. Yo funciono según mi estado de ánimo.
Entonces, su música también tiene intencionalidad.
Claro. Pero depende del momento. Lo que me gustaría es que mi música tuviera más elementos, más connotaciones. Y, por supuesto, que emocione. Lo otro no me importa tanto.
Habrá melodías que las habrá escuchado cientos de veces. ¿No pierde la perspectiva al repasarlas?
Yo tengo muy poca memoria y eso me ayuda. Muchas veces se me olvida pronto lo que hago y otras veces te estás repitiendo pero no sabes que te estás repitiendo porque no te acuerdas. No importa demasiado, lo importante es llegar a emocionar con lo que haces, conseguir una atmósfera.
¿No se arrepiente de ninguno de sus trabajos?
¿Para qué? ¿Sirve para algo arrepentirse? Yo no me torturo con eso. Las cosas que hago las hago al cien por cien y trato de no mirar mucho para atrás.
¿No le gustan las metas?
Hay que poner alguna meta, pero disfruto más del camino. De lo que me preocupo es de estar bien conmigo mismo, para que la música fluya y se me ocurran cosas sin miedo. Eso es lo importante.
¿Dónde encuentra Bingen Mendizabal la inspiración?
En casa, en la lonja donde trabajo, mientras paseo... Leo sobre meditación, pero me cuesta practicarla. Lo que hago es tratar de vaciar la cabeza. A mí me pasa muchas veces que la cabeza va en contra mía y eso es lo que hay que regular. Tengo una pequeña guerra interna cuando produzco, porque a veces no estoy satisfecho con lo que hago.
¿Y cómo resuelve esos duelos?
Al final lo que impera es la experiencia y lo que crees tú, el criterio que tienes. No me dejo influenciar con facilidad. De todos modos, me resulta difícil hablar de esto. La creación tiene mucho que ver con tu vida. Primero haces unos cimientos, y luego están las variaciones, que dependerán mucho de tu estado de ánimo. Pasa mucho en la música clásica. Los grandes compositores transformaban su locura o su obsesión en algo muy bello. En eso sí que creo, en que las energías negativas hay que transformarlas.
Es usted un alambique.
Sí, somos un poco eso, hay que filtrarlo todo y crear algo positivo.
Para ser usted un mal estudiante (lo fue) aporta buenas fórmulas.
Yo fui mal estudiante, sí, lo dejé todo a medias. Pero hay otros caminos, y yo apuesto por eso también. Te dicen que tienes que aprobar los exámenes, que tienes que ir a la Uni, que tienes que buscarte un buen trabajo y una buena mujer, que tienes que comprarte piso... Todo eso está bien, pero hay más caminos que los ya marcados, y cada cual tiene que buscar el suyo. Yo apuesto por eso. Por tanto, animo a los malos estudiantes a hacer otras cosas, cosas que les motiven. Además, el arte es, sobre todo, expresión, y para eso no hace falta estudiar demasiado.
Y en éstas llegó Bajo Ulloa...
Son personas que te marcan, etapas de tu vida que te marcan. Me marcó Bernaola, que fue mi profesor en la Academia de Música. Con él aprendí el valor del trabajo, de la constancia, aprendí el oficio de compositor. Me marcó Josu Zabala, de Her-tzainak; contagia ilusión y como músico me encanta. Me marcó Juanma (Bajo Ulloa), con quien poco a poco aprendí a hacer bandas sonoras. Y me ha marcado Mikel Urdangarin, mi amigo, con quien toco habitualmente.
Un corto de Bajo Ulloa, 'El reino de Víctor', supuso un punto de partida para usted. ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con él?
En 1989 sabía poco de música de cine, y a mí me han enseñado mucho los directores. Por ejemplo, en Alas de mariposa, en una de las primeras escenas hice una música muy grande, y me dijo Juanma que parecía que la película se iba a acabar allí. Y así, poco a poco he ido aprendiendo.
Y ahora, ¿siguen marcándole las pautas?
Hay algunos que te intentan dirigir musicalmente, casi técnicamente... Hay directores que quieren hacerlo todo ellos. Ahí es cuando tienes que llegar a una entente. Yo lo he pasado muy mal, pero ahora casi me dejan hacer lo que quiero.
Compone música, ¿pero qué hay de las letras?
Escribo muy mal (risas). Yo he hecho pocas canciones en mi vida, y son malas. Escribo en momentos de euforia y luego llega el bajón (risas). Pero es verdad que cada vez me gusta más hacer canciones.
¿Le gusta más componer que tocar?
Sí, me gustaría tocar más y componer menos. Hace unos años tenía un grupo de improvisación llamado Kautuksi. Batería, saxo y violín. Quedábamos en la lonja, tocábamos y grabábamos la sesión. Era un fluir, sin voz, solo dejándonos llevar. Era como componer y tocar a la vez, y en cada ocasión era distinto, parecido al jazz pero sin plantearnos ningún tema. ¡Llegamos a grabar cien discos! (risas) Partes de un caos y luego vas creando. Hay que tener en cuenta que la música tiene también su parte lúdica, y esa parte no hay que perderla. Pero cuidado con la libertad, que a veces te lleva a nada.
¿Cómo percibe el actual panorama musical?
Todo es muy competitivo y se está equiparando al deporte. Parece que el bueno es el que gana Operación Triunfo. Y para mí la música, en vez de competición, tiene que ser cooperación.