Cuando cruza el pórtico, nada más ser cacheado, el azkenero lleva ya muchos brillos en los ojos. Brillos de expectativas largamente cobijadas, pero también de estrellas todavía no leídas. Brillos de comienzo de viaje. Cuando deja atrás las puertas por última vez, le persiguen los del césped de katxis, los de sus últimas energías, los de las realidades que ya comienzan, poco a poco, a tornarse recuerdos. Muchos destellos han poblado la décima edición del ARF. Más de hamar arrazoiak para amar Azkena. Y cada vez menos... para la siguiente edición.

Cuando el pórtico y la verja ya han caído, comienzan a encajar los balances, cotejando razones con sensaciones. Como de costumbre, lo bueno no tarda demasiado en emerger, en imponerse. Y, en la primera jornada, lo bueno, la crema que dicen ahora, llegó en forma de una sola palabra, de esos Kyuss que convirtieron cemento en desierto.

Eterna duda la de la pronunciación anglosajona. ¿MC5 o emsifaif? ¿Primus o praimus?¿Kyuss o acaso ración de suculentos kayus? Poco importa. La boda en Las Vegas se tornó comunión nocturna con el último bolo del jueves. Muchos habían convergido desde toda la península para orar ante el mediático Ozzy Osbourne, que sólo repartió breves píldoras en forma de clásicos y, en general, desilusionó.

Pero no menos habían llegado para asistir a la cita con los creadores del stoner, que estos sí que repartieron maná en forma de precisión, contendencia y galones de rock. Black Country Communion y Eels pusieron cubiertos de buen acompañamiento antes de unos The Cult irreconocibles en lo musical y en lo personal -esos pantalones-. Rob Zombie dio lo que él sabe dar, y sólo por ver ese King Kong tamaño natural merecía la pena...

El viernes también se puede comenzar por el final. La apisonadora Clutch se comió absolutamente todo con esa mezcla de sur y metal que descerrajó tema tras tema tras tema... Antes, Primus llevó el infierno a Mendizabala. Sí, quizás no es una banda para no iniciados en el mundo Claypool, pero sus fans, que llevaban más de una década sin catarlos en cercanías, llegaron al paroxismo con la apoteosis musical... y performántica.

Otras dos bandas merecieron mención aparte. La afinada brújula del petreo Reverend Horton Heat y unos Atom Rhumba que podían haber ido perfectamente de cabeza de cartel. No hace falta ser norteamericano ni tener treinta años de carrera para ser un monstruo, y los vizcaínos repartieron más rock del que uno podía asimilar. QOTSA bien, pero la mayoría se queda con la anterior visita. A veces segundas partes... Agrandan primeras.

Hay quien ha dicho que Setzer no reinó en el epílogo del ARF. Tendrá que deshacerse los tapones de cera para escuchar los coros, aplausos y peticiones de bises que asaltaron en avalancha Mendizabala. Los Stray Cats nunca fallan y, aunque no estuviera Lee Rocker, aquello era Stray Cats. Y toda una generación escuchando a su propia adolescencia.

Antes, Greg Allman había ejercido de bálsamo -tres días/noches seguidos son muchos- con el foco puesto en otra generación. Y en los que simplemente disfrutan de la música impecable, de los teclados deliciosos y de los arreglos que no necesitan ningún tipo de retoque. En medio de la tarde, también Band of Horses exigía su parte del pastel, demostrando que la contundencia también se sirve en medio tiempo.

Brillos en el sol arrasador que quemó las tiendas de la tortilla. Brillos en el firmamento que se dejaba acariciar desde el mismo monte. Brillos de música y conversaciones. De alaridos y susurros. De bailes desenfrenados y ojos cerrados en éxtasis. No hizo falta que Ozzy te regara para recibir otro nuevo chorro de Azkena. Para vivir Azkena. (H)amar Azkena.