Los hay patateros, con label del resto de Euskadi, otros llegados de distintas partes del Estado y unos cuantos cuyo origen se reparte por el mundo. Muchos harán hoy un largo viaje de vuelta a casa, aunque la presencia a la una y media de Gregg Allman en la Virgen Blanca va a hacer que más de uno apure todo lo que pueda. Son los azkeneros, una especie que también, en este 2011, ha soplado sus diez velas.

Cuando el Azkena Rock Festival se planteó crecer y salir de la sala donde había nacido, algunas voces en la capital alavesa se levantaron para decir que este certamen no era muy conveniente para la ciudad puesto que iba a traer a gente, cuando menos, rara. Las bocas se taparon pronto. El público, con su comportamiento y pasión por la música, ha demostrado que está por encima de los clichés que, por desgracia, algunos tienen en la cabeza.

Encontrar a alguien que haya estado en las diez ediciones no es sencillo. Pero sí toparse con quien ha estado en cinco, seis, ocho... Pedro, un informático que ronda la cuarentena, es uno de los que sí las ha vivido todas. "Cuando el festival se fue a mayo no pude estar el jueves y en la primera edición también estuve sólo dos días, pero por lo demás, aquí estamos, como un clavo". La razón es sencilla, de niño su padre le regaló un disco de Queen y a partir de ahí vino todo rodado. "No me acuerdo mucho del primer año, me desfasé un poco, pero el ARF, desde aquella vez, me ha regalado tanto que no puedo poner ninguna pega, aunque las hemos pasado de todos los colores, como en 2007, que yo creía que esto desaparecía para los restos".

Todos los años llega desde un pueblo cercano a Zaragoza y en las últimas tres ediciones lo hace acompañado por varios amigos. "Me costó convencerles porque, hay que decirlo todo, es una pasta venirte tres días con hotel y eso, pero fue ver el ambiente que se produce aquí y llevarles de pintxos por el Casco Viejo, y en el bote".

Ese espíritu especial que se produce en Gasteiz durante estos días es algo que también destaca Paula. Ella es vitoriana y tiene casi la mitad de años que Pedro, pero el rock es lo que tienen en común. "Vine en 2006 la primera vez, ya sabes por Pearl Jam y me quedé alucinada. Después me dio igual qué pasase, tenía que venir aquí es increíble. Incluso he conseguido que la ama y el aita se vengan conmigo a los conciertos de la Virgen Blanca, que tenías que ver la cara de mi padre con El Vez, no le había visto bailar en mi vida y con la versión de Mocedades... eso fue la leche", confiensa entre risas.

Algunos, como Luis y Marina, que vienen desde Pamplona, se acuerdan de cuando el festival se hacía en septiembre y ellos se podían organizar mejor ("pedir vacaciones en el curro es complicado", dicen). Otros, como David, admiten que tienen que hacer verdaderos esfuerzos para acudir. "Llevo en paro desde antes de la edición del año pasado y tengo claro que si no se celebrase en mi ciudad no vendría por mucho que el cartel me ponga los dientes largos". La crisis, ya se sabe, no perdona nada.

Pero con todo, ellos cinco tienen clara una cosa: volverán. Y lo harán incluso, como se queja Pedro, aunque la ciudad no esté bien señalizada para los de fuera. O, como explica Paula, a pesar de que haya que ir a Mendizabala con ropa "por si acaso". O, como relatan Luis y Marina, pese a que "tengamos que seguir engañando a los abuelos para que se queden con los críos". Como dice David, "el Azkena es más que música, es una experiencia".

Eso sí, los dos gasteiztarras coinciden en otra cuestión, que la gente de su ciudad no se olvide de los conciertos el resto del año en Jimmy Jazz, Helldorado, Ibu Hots...