Vitoria. Cualquier habitual al Azkena Rock Festival sabía el jueves, según avanzaba la tarde-noche, que Mendizabala estaba registrando una asistencia mucho mayor de lo normal para una jornada inaugural del certamen. Y los datos han venido a confirmar esas sensaciones. Un total de 18.456 personas accedieron al recinto, haciendo que por momentos incluso encontrar un baño fuera un triunfo. Según avanzaban las horas, la temperatura fue cayendo casi en picado, pero aún así el calor ambiental iba creciendo por momentos en el espacio.
Como ya contaba ayer este periódico, las actuaciones de Black Country Communion y, sobre todo, The Cult habían dejado el listón bastante alto. Tras ellos se esperaba la traca final protagonizada por Rob Zombie, Ozzy Osbourne y Kyuss Lives!, los tres, por cierto, con fechas exclusivas en el Estado. El personal estaba por la labor y eso facilitó mucho las cosas.
Zombie, como era de esperar, tuvo un concierto efectista y salvaje, con una escenografía al uso y sus músicos con las caras pintadas. Sobre las tablas, tres pequeñas camas elásticas para jugar un poco (fue la noche de los saltitos), un esqueleto con micrófono incorporado y toda la parafernalia habitual.
Y sí, la formación comenzó con muchas ganas pero su concierto fue de más a menos, golpeando primero para después situarse en una posición más cómoda. Con todo, el paso de Rob y compañía tuvo sus momentos de descarga, su destrucción de instrumentos y sus bajadas al público.
En estas que tras un rato de espera apareció Ozzy Osbourne, sin duda el más esperado de la noche por muchos. Y con este hombre y su concierto la verdad es que el corazón se divide en dos partes casi sin remedio. A un lado de la balanza está el hecho de que es un grande de la historia de la música y eso no se puede quitar nadie. Además es entrañable a más no poder. Es que es Ozzy. Al otro, está todo lo demás.
Lo bueno que tiene el británico es que cuenta con una banda potente que le sabe arropar, incluso si hace falta con un solo interminable de batería para que el veterano tome respiro, que no está el cuerpo como para muchas alegrías. Su voz hace tiempo que no es la que era, y esa manía de los saltitos y los paseos a ninguna parte son marca de la casa, aunque sean odiosos.
No estuvo bien, pero tampoco tan mal. No se arrastró, ni dio pena. No. Hizo lo que sabe y, sobre todo, lo que puede durante una hora y pico. No se le puede pedir más porque no lo tiene. Le sobran canciones en su repertorio como para dar cuatro conciertos seguidos y en Gasteiz faltaron muchas. Pero es que tampoco se pueden pedir milagros a estas alturas de su película.
Eso sí, el personal tenía ganas. Los gritos con su nombre se oyeron desde el primer segundo. Fueron miles las gargantas que cantaron los temas que se interpretaron. La gente quería a Ozzy y la gran mayoría, conscientes de que lo que no puede ser es imposible, estaba dispuesta a perdonar casi todo.
Fue acabar el británico y parte del público enfiló la salida de Mendizabala. Pero la mayor parte se quedó. Sabía que venía Kyuss Lives! y aunque la reunificación no sea completa, casi lo es.
Los de García (el que tuvo, retuvo) ya conocen de sobra el ARF. Por separado han estado en varias ocasiones. Saben que aquí tienen su público y salieron con ganas de comerse a los que aguantaban ahí a eso de la una y media de la madrugada.
Esas ganas y la calidad que atesoran los actuales miembros del grupo se unieron para ofrecer un más que destacable concierto en el que muchos dieron lo último que les quedaba en la reserva de fuerzas de la primera jornada. La cosa acabó tarde pero mereció la pena esperar hasta el final.