Aunque parezca mentira, la segunda jornada del décimo aniversario del Azkena Rock Festival comenzó con una larga lista de comentarios entre los corrillos formados en Mendizabala a eso de las cuatro y media de la tarde (pocos en ese momento, eso sí) sobre la marea humana que había inundado casi de forma literal el recinto el jueves. No es para menos si se piensa que hace doce meses, el debut reunió a algo más de 9.000 personas (y aquello fue un récord) y esta vez el número ha sobrepasado los 18.000. Casi nada, aunque lo de ayer fue también masivo. Otro factor que fue muy comentado antes de que los primeros sonidos empezaran a conquistar el espacio del certamen fue el sol. Por fin los rayos pegaron con fuerza, algo que agradecieron muchos, aunque, por lo que dicen las previsiones, nada comparable a lo que se va a vivir hoy.
La segunda jornada trajo consigo también unas cuantas novedades en el recinto, siendo la más llamativa el hecho de que se abrieron los tres escenarios que este año se han instalado. El más pequeño no se puso en marcha hasta la tarde, pero los otros dos, los que están enfrentados, funcionaron desde el principio regalando a los habituales del ARF esa imagen tan curiosa del peregrinar constante de unas tablas a otras para ir encadenando actuaciones con parada previa para el repostaje u otros menesteres.
Ese no parar, eso sí, esta vez tiene una excepción ya que por primera vez en diez ediciones, hubo tres momentos, con la apertura del mencionado tercer escenario, en los que los conciertos fueron paralelos, una idea que habrá que analizar con detenimiento cuando pase este aniversario para ver si los resultados son los esperados o es mejor volver a lo de antes. Cabe recordar que en otras ediciones ya se han probado cosas que en unos casos se han mantenido y otras que no han vuelto a producirse, como el hecho de comenzar determinadas jornadas a las dos y media de la tarde.
Con todo eso sobre la cabeza, a eso de las cinco de la tarde arrancó el primer concierto del día. Les tocó a los vascos The Riff Truckers abrir fuego, algo nada sencillo puesto que, como era de esperar después de la larga noche del jueves, el cansancio hizo su aparición. Los de Gernika se enfrentaron, al principio, con un público muy entregado pero escaso. Aún así, los vizcaínos no se rindieron y salieron ante el personal, cuyo número fue creciendo poco a poco, a darlo todo.
Se pueden decir muchas cosas de su corta pero intensa actuación, aunque tal vez la más clara la ofreció un poco después Iñigo Cabezafuego en pleno concierto de los Atom Rhumba: "un aplauso para los Riff Truckers porque así se empieza en un festival como éste, con dos cojones". No se puede decir ni más claro ni más alto. Lo cierto es que la voz de Osman (que como es habitual repartió whyski entre los presentes) llegó a cada rincón del recinto. La única pega fue que aquello, cosas del guión, duró demasiado poco.
Sin tiempo para el respiro, el ARF cambió de manera radical de tercio. Los aires vacunos de Blue Rodeo se hicieron presentes y los canadienses fueron armando una actuación sólida, consistente, de calidad y muy apetecible sin necesidad de trucos, artificios ni nada por el estilo. Les valió saber comenzar con calma cada una de sus canciones para ir haciéndolas crecer para terminar en una fiesta vocal e instrumental envidiable.
El público, bastante más numeroso para eso de las seis, se rompió las manos a aplaudir a una banda que estaría bien volver a ver pero, en esta ocasión, en una sala de medio o pequeño formato para poder apreciar mejor todos sus matices. Otros a los que lo limitado de los horarios en cualquier festival les dejó con más cosas por demostrar.
De espacios pequeños o medios sabe mucho Reverend Horton Heat. Y es ahí donde hay que disfrutarlo porque es el lugar donde consigue conectar de verdad. No estuvo mal este hombre incansable, pero a su psychobilly le faltó el sudor de local pequeño.
A eso se le unió un sonido desastroso. El primer tema ni siquiera se pudo oír y en los siguientes, aunque ese problema se solucionó, la cosa tampoco mejoró mucho.
En esto, ahora sí ante una multitud, que Atom Rhumba llegó a Gasteiz con el sano objetivo de incendiar Mendizabala. Los que ya conocen al grupo vasco no se sorprendieron ante el ímpetu y empuje de los bilbaínos. Los que no, se quedaron con la boca abierta incluso cuando a Iñigo se le ocurrió subir a una persona del público con, digamos, un peculiar sentido para el baile.
A destacar, sin querer menospreciar a nadie, la labor de Joseba Irazoki. Si este guitarrista fuera norteamericano es seguro que aquí se le valoraría mucho más. Impresionante como siempre.
Con Mendizabala otra vez con colas a la entrada, casi a las nueve de la tarde, llegó una de las bandas más esperadas de este año, Cheap Trick. Los de Robin Zander y Rick Nielsen no son los de hace tres décadas, pero son la clara demostración de que el que tuvo, retuvo.
Con una carrera tan amplia es normal que en su paso por Vitoria faltasen determinados temas y que alguno no terminase contento del todo, pero más allá de gustos particulares, los de Illinois cumplieron de sobra e incluso fueron un poco más allá.
Ya a la noche, Bad Brains, Primus, Queens of the Stone Age y Clutch pusieron la guinda en los dos escenarios centrales, mientras Dirty York, Rival Sons y This Drama estrenaban el pequeño. Pero eso ya sucedió cuando esta edición se estaba cerrando así que mejor será esperar hasta mañana para contarlo todo.