Las primeras velas ya están sopladas. El Azkena Rock Festival arrancó ayer la fiesta de su décimo cumpleaños y lo hizo con una multitud llenando Mendizabala (hubo colas en la entrada desde media hora antes de que abriesen las puertas a las 17.00 horas y así estuvo toda la tarde). Entre los habituales a la cita gasteiztarra, que un año más cuenta con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA como medio oficial, hubo saludos, abrazos, charlas y muchas risas. Eso mientras unos cuantos cientos de asistentes subían y bajaban de la zona del camping cargados de tiendas, sacos, neveras, y eso que varios estaban desde el miércoles a la tarde. Un poco después se abrieron las puertas del recinto y, claro, ante las novedades que presenta en este 2011, fue necesario hacer un rápido recorrido turístico para situar todo y a todos.
Aunque hace unos días más de uno era bastante pesimista sobre el comportamiento del cielo y, en realidad, la temperatura fue bajando según pasaban las horas, el tiempo se comportó a lo que se unió un ambiente humano inmejorable. Había ganas. Además, desde hace ya tiempo se sabía que este día inaugural iba a contar con bastante más asistencia que en otras ocasiones. Esa mayor presencia de asistentes se notó desde el primer minuto y miles de personas acudieron a la llamada del certamen, aunque habrá que esperar hasta hoy para conocer las cifras concretas. No había más que pasarse por la zona de cambio de dinero (esta vez se llevan las monedas tipo ficha de Las Vegas) para darse cuenta de que la ebullición humana era superior a la de otros primeros días.
Como sucede siempre en la jornada inaugural, todos los conciertos se celebraron en el escenario grande (hoy se abrirán los otros dos), así que el personal fue reservando hueco desde el inicio. Había que recibir a los navarros Bizardunak como se merecen. A los que conocen a la banda se les hizo un poco raro verles en plena acción a las cinco y media de la tarde, pero aún así, ellos salieron a darlo todo.
En sólo media hora, a los barbudos les dio tiempo a todo. A gritar "¡viva Navarra independiente!", a tirarse por el suelo, a casi lesionar a Iñigo Cabezafuego, a repasar algunas de sus canciones, a vacilar con los amantes del heavy metal... Lo suyo, aunque concentrado en el tiempo, fue lo habitual, es decir, una gran fiesta de folk y cerveza donde ellos fueron los que mejor se lo pasaron. El público disfrutó, pero todavía estaba un poco frío.
Sin que el personal tuviera tiempo para darse cuenta del cambio y con una puntualidad británica apareció Mark Oliver Everett y sus chicos de Eels, otros luciendo barba y, en este caso, una elegancia impecable. En formato de septeto (con los dos componentes de la sección de vientos puestos de espalda al público y a sus compañeros cuando en un tema no les tocaba aportar nada), Mr E lució durante casi una hora su gran capacidad para ir de un estilo a otro.
Con su abanico estilístico abierto de par en par (del funky al soul casi sin pensarlo), la banda se metió a unos cuantos en el bolsillo, aunque ya se sabe que este grupo siempre genera división de opiniones y ayer tampoco fue una excepción.
Cuando ellos terminaron, pasadas las siete, el aspecto de Mendizabala recordaba al de las grandes ocasiones. No paraba de llegar gente y la cola en la entrada seguía imperturbable. Hasta cierto punto, aquello era normal puesto que lo que quedaba de día era para quitar el respiro, por lo menos sobre el papel.
Esperadísima, por ejemplo, era la presencia de Black Country Communion y lo cierto es que este cuarteto de lujo no decepcionó. Todo lo contrario, el suyo fue un concierto que a muchos les terminó sabiendo a poco.
La voz de Glenn Hughes y sus posturitas sobre el escenario (no paró de dar vivas a España), la maestría de Joe Bonamassa aunque no se quitara el chicle de la boca ni para cantar, el saber hacer de Derek Sherinian a los teclados y la grandeza, en parte heredada, de Jason Bonham a la batería fueron argumentos más que suficientes para querer volver a ver a esta banda en cuanto se pueda. Por si fuera poco hubo guiño a los Who (qué cerca han estado de venir a Vitoria este año) y a los Deep Purple con su Burn, tema que sirvió para cerrar la actuación.
Para entonces la gran masa ya llenaba Mendizabala. Fue el turno entonces para The Cult, que parecen estar viviendo una segunda juventud, y eso a pesar de la manía de Ian Astbury de ponerse a cantar "campeones, campeones".
Aunque en lo físico se nota que el tiempo no perdona, en lo musical, el combo, que vestido todo de negro casi se confundía con el telón de fondo) se encuentra en un estado de forma más que apreciable.
Ya cuando la noche lo dominaba todo en Mendizabala, llego el turno del singular Rob Zombie, el incombustible Ozzy Osbourne y los casi reunificados Kyus Lives!, pero eso ya sucedió cuando este periódico iba camino de convertirse en papel, así que ya habrá tiempo y espacio mañana para contar con precisión qué sucedió.