San Sebastián. Primero fue la crisis del soporte discográfico y ahora la del directo. En opinión de Argomaniz, "está siendo, quizá, el año más duro de la historia de la música en vivo". A las numerosas cancelaciones se une un cambio de hábitos del público y que casi hay más oferta que demanda de conciertos.
Y todo porque la crisis de la industria discográfica ha llevado a los grupos a volcarse más en el directo...
Yo creo que viene de ahí todo, pero hay otros factores. La crisis económica general afecta al ocio y también la gran cantidad de festivales que hay: la gente ve a muchos grupos en poco tiempo y siente que sus necesidades están cubiertas. También influye que durante años hemos puesto los precios de las entradas muy caros y la gente no está en situación de pagarlos.
¿Está haciendo autocrítica?
Sí, sí. Y lo que digo es extensible a todos los ámbitos... A la hostelería, a los restaurantes... Ahora hay que adaptar los precios a la situación real, porque es verdad que cuando algo le interesa mucho el público paga precios caros, pero quien tiene un pequeño interés se mueve más por precios razonables...
¿Hay recetas para superar la crisis?
Quizá no haya que organizar tantos conciertos y debemos mejorar la comunicación entre los promotores públicos y privados para no pisarnos unos a otros y evitar que coincidan varios conciertos en el mismo día, que es algo que ocurre frecuentemente. En algún momento tendrá que coordinarse desde la institución un canal o página web en la que aparezcan todos los conciertos, públicos y privados, porque todos son beneficiosos a efectos de turismo y hostelería.
¿Por qué Donostia no tiene un festival de rock al estilo del Bilbao BBK Live o el Azkena de Vitoria?
Porque San Sebastián ha tenido siempre un montón de conciertos únicos y exclusivos. No creo que la ciudad necesite un festival de esas características. A veces olvidamos que por aquí han pasado Pink Floyd, Leonard Cohen, Bruce Springsteen, Neil Young, U2, Coldplay, Radiohead, Wilco, Tom Waits, Guns N' Roses...
De todos modos, este año Get In quiere impulsar una cita, el Big Festival de Biarritz, que pretende atraer a público guipuzcoano.
Y también de Bilbao, Pamplona y Vitoria. Lo producimos este año por tercera vez junto a una promotora francesa y en esta ocasión tenemos un cartel con nombres como Moby, Alpha Blondy, Two Door Cinema Club, The Bloody Beetroots, Catherine Ringer o Delorean. Habrá conciertos en la playa, en la sala Atabal, que tiene capacidad para 700 personas, y en el Irati, que puede albergar hasta a 5.000 personas y es uno de los mejores locales cerrados de todo el mundo. La venta de entradas para Moby va muy bien y creo que en los próximos años conseguiremos que el Big Festival sea toda una referencia.
Una pena que las fechas de este año, del 20 al 23 de julio, coincidan con las del Jazzaldia.
Sí, es cierto. De todos modos, el tipo de música es diferente en ambos festivales, pero en futuras ediciones esperemos resolver ese aspecto: hay que evitar que los festivales se pisen unos a otros.
¿Qué debe hacer una promotora de conciertos y un festival para ser creíble y sobrevivir?
Hay que saber adaptarse a un negocio que va cambiando a una velocidad terrible. Este año cumplo 30 años en esto y Get In lleva ya 21 años de trayectoria. He cumplido un montón de sueños: traer a Springsteen dos veces a Bilbao y una a Donostia, que la primera actuación de Tom Waits en España fuera en el Kursaal...
¿Y le queda algún otro sueño?
La verdad es que casi todos los que pueden llenar el estadio de Anoeta han pasado por él. Quizá falten Madonna, AC/DC o Paul McCartney, pero se contarían con los dedos de una mano. Este verano, además, traeremos a Bon Jovi, que estará bastante cerca de llenar.
A la hora de programar, ¿siempre prima la rentabilidad sobre los gustos personales?
Sí, claro. Uno de mis artistas favoritos es Elvis Costello y cuando estábamos empezando, en 1991, conseguimos traerle. Get In perdió mucho dinero y aprendí que tus gustos debes reservarlos para la música que escuchas en casa o en el coche, porque si no, te puede llevar a cometer errores. Paul Weller es otro de mis artistas predilectos y logré juntarle con Oasis en Bilbao. Es la única vez que actuaron juntos pero tampoco fue bien. Las veces que se ha tocado un poco el corazón se ha tocado también el bolsillo. Por eso, hay que intentar hacer conciertos que despierten el interés de la gente: si lo organizas en un sitio para 200 personas, tienen que ir 200, y si lo haces en uno para 40.000 no puedes meter 20.000 porque sería un desastre.
¿Y cómo ve el futuro?
El futuro es apasionante. No sé muy bien cuál será el soporte de la música en los próximos años porque ni las discográficas lo saben. Pero está claro que seguirá habiendo conciertos en directo: la gente quiere ver grandes shows porque la emoción que transmite la música en vivo no es comparable a nada. También se ven partidos de fútbol en la tele y no se puede comparar. Veo 150 conciertos al año, soy muy ecléctico y me gusta casi todo. Quienes somos adictos al directo lo llevamos en las venas.