Vitoria. Cuando cada uno de nosotros observa un paisaje, la ficción objetiva del encuadre se entremezcla con nuestro bagaje visual, disparando una mezcla de percepción sensitiva y análisis. Si en los ojos del espectador descansa un afán creativo, el paisaje, además, puede disparar otras escenas en su interior...
Todo comenzó "sin querer, en una visita que hicimos al Museo de Bellas Artes", recuerda la profesora de pintura de Artes y Oficios, Mila Bretón. Fue Paloma Apellániz, patrona-conservadora de la obra de Fernando de Amárica, la que guió el trayecto de los alumnos. La que volvió poco después a la escuela para completarlo. "El germen está en el museo", apunta Mila, "y por eso el trabajo vuelve al museo".
Un museo que desde hace años, en sus jardines, recibe al visitante con un busto del propio pintor, al que ahora acompañan hasta setenta telas en las que los alumnos de paleta han volcado las sensaciones despertadas por el trabajo del autor, "capturando las imágenes de los paisajes alaveses, el más importante de los motivos de su pintura", añade la diputada de Cultura, Malentxo Arruabarrena.
La exposición al aire libre se mueve entre la abstracción y los referentes figurativos, y toma forma de metafórico y efímero tendalero. "Habla de lo que hay dentro, porque cuando alguien cuelga algo saca hacia afuera; enseñamos lo que somos, lo que tenemos dentro", apunta Bretón. La muestra, en este caso, como redescubrimiento interior desde la obra de otro autor. "Sólo cuando hacemos nuestra la experiencia de los otros es cuando avanzamos".
La experiencia se puso etimológica. Como era una muestra tendida... acabó por tender puentes. La pintura envenenó al poco tiempo a sus vecinas fotografía y vídeo, conquistando, en total, a casi un centenar de alumnos del centro. Los fotógrafos pintaban con luz. Los creadores de vídeo, con su pincel de fotogramas.
La transversalidad no sólo se da entre disciplinas. También museo y escuela tienden puentes. Si las pinturas ondean en los jardines del palacio de Augusti, las fotografías se adhieren a la fachada que mira a la plaza del Conde de Peñaflorida. Los estudiantes del objetivo han buscado algunas de las localizaciones del caballete de Amárica y las han llevado al terreno pictórico en más de una treintena de piezas, mientras que la pieza de vídeo mira al interior del centro extendiendo su proyección en el paraninfo, uniendo a las imágenes una voz en off y una banda sonora que corre a cargo de Plenilunio, firmada por Jesús Guridi.
El propio Amárica pintó de pequeño entre sus paredes. Y durante treinta años formó parte de la junta directiva del centro. Inspira incluso, de alguna manera, el taller de paisaje que Artes y Oficios inaugura el año que viene, poniendo a los alumnos "en contacto con la naturaleza, con el paisaje urbano, que era su esencia", explica el director del centro, José Ignacio Martínez de Arbulo. Fernando de Amárica se multiplica. Su busto parece, de repente, tener más aristas. El arte, sin quererlo, siempre llama a más arte.