madrid. Arturo Pérez-Reverte creció junto a un puerto y navega en un velero desde hace dos décadas. La pasión que siente por el mar vibra en muchos de los artículos que publica cada domingo y que ahora aparecen reunidos en Los barcos se pierden en tierra.
"Cuanto más conozco el mar, más miedo le tengo. Es cruel como la vida; no tiene sentimientos", afirma en una entrevista con Efe en la que dice que el mar "es fuente inagotable de literatura, de vida, de ensueños, certezas y dudas".
Editado por Alfaguara, el libro podría ser su forma de celebrar los veinte años que lleva publicando artículos en el XL Semanal. Cada domingo refleja su visión del mundo y se subleva ante "la estupidez".
"El peor enemigo del mundo no es la maldad sino la estupidez. De un malvado inteligente puedes aprender e incluso sufrir los estragos de su maldad puede hacerte más lúcido, pero de un estúpido nunca aprendes nada", dice con énfasis este académico de la Lengua.
Sus artículos son "una especie de indignación contra la estupidez. Y, si a veces la unes a la política, el resultado puede ser devastador. Lo estamos viendo en España con mucha frecuencia", subraya Pérez-Reverte, que nunca ha pretendido que sus colaboraciones "sean dogma". Pero "hay cosas" ante las que no puede, dice, "estar callado".
Ese tono guerrero está también presente en algunos del centenar de artículos de Los barcos se pierden en tierra, publicados entre 1994 y 2011, aunque hay varios inéditos .
Pero otros, como subraya Jacinto Antón en el prólogo, están escritos "con gran ternura".
Nacido en Cartagena (Murcia), en 1951, Pérez-Reverte creció con una buena biblioteca en casa, y "los libros y ese puerto marcaron" su vida. De pequeño se iba "a ver a los marinos con tatuajes, a esas mujeres que fumaban y le hablaban de tú a los hombres y esos barcos con nombres exóticos". Y soñaba con viajar en ellos.
En los veinte años que lleva navegando ha vivido "situaciones de peligro". Cuando se hacen "viajes largos" como los que él realiza, "y más todavía en un velero, en el que estás sometido a las condiciones meteorológicas, el mar te pega sustos y hay momentos muy duros, de esos que dices: '¡Diablos! ¡Qué hago aquí!"
En una ocasión, cuando era chaval y quería "ser aventurero", navegaba "con un marinero de esos de toda la vida", con el que salía "a buscar ánforas y a hacer un poco de contrabando de tabaco", y el capitán le dijo una frase que no olvidaría jamás: "los barcos y los hombres se pierden sobre todo en tierra".
"Hay una gran lección que da el mar: que todo tiene su momento y su final. Y que cuando los hombres que han sido valientes, geniales, los arroja la vida a la playa y los deja varados entre las piedras, muchos se pudren poco a poco", comenta.
El escritor se siente "orgulloso" de este libro que con "sus recuerdos, impresiones, historias y viajes", representan "una forma de ver el mundo".