SIN lugar a dudas, la batería de negocios de nuevo cuño que se están instalando en el casco antiguo, contribuyen sobremanera a dinamizar la vida comercial de la almendra. Considerable aportación, aunque no conviene obviar al notable grupo de recintos que son testimonio fidedigno de las diferentes etapas que el barrio ha soportado en los últimos tiempos.

Dedicado a la artesanía en cuero, Tyndarus es paradigma de ésto. Lo es por dos motivos fundamentales, su bagaje (de nada más y nada menos que 27 años) y su condición artesanal, pese a que esta última característica haya sido relegada a un segundo plano por imperativo de la evolución en el ámbito comercial. "Antes lo que se compraba duraba mucho más, ahora la mayoría de la gente no busca calidad sino algo económico", razona Fátima Portillo, una de las dos partes que integran Tyndarus junto a Begoña Oleaga.

En todo caso, Portillo no se escuda en este factor para justificar la progresiva pérdida de lo artesanal: "Entiendo que existen productos que los quieres para un periodo largo de tiempo y otros no". Conscientes de la dificultad de sostener el negocio con la labor de sus propias manos, las dos socias de Tyndarus decidieron, en los noventa, bifurcar en dos recintos su marca: el establecimiento del número 20 de Adriano VI se complementaría con el de Pintorería, 56.

De esta manera y a día de hoy, el local de la Pinto se encomienda en un altísimo porcentaje a los bolsos de fabricación ajena. No obstante, éstos provienen de Italia -país referente en este tipo de producto- y se encuentran rebajados en un cincuenta por ciento. Por supuesto el surtido en este ámbito es más que amplio aunque no se trate, ni mucho menos del único artículo que trabaja el recinto. Complementos en cuero de todo tipo abotargan los estantes de Tyndarus: agendas, portafolios, llaveros, carteras, tarjeteros, cinturones, guantes... La oferta es practicamente ilimitada.

Y lo es debido a que el negocio mantiene su esencia artesanal mediante el taller que se ubica en la trasera del local ubicado en la calle Pintorería. "Ahora estoy haciendo un presupuesto para una mujer que quiere regalar a su marido una cartera igual que una que usaba y se le rompió", explica Fátima. Un canto al romanticismo o puede que no tanto, ya que tal y como prosigue la artesana: "nosotros que somos pobres, tenemos que comprar caro, decía mi padre". Y ya se sabe que lo que dice un padre...