Hace ya 27 años que Fátima Portillo alzó la persiana de Tyndarus en el número 56 de Pintorería junto a su socia Begoña Oleaga. Tras unos comienzos encomendados única y exclusivamente a la manufactura, época en la que se les otorgó el premio Blas Arratibel de Artesanía, el avance de la industria -que trajo consigo la denostación de este tipo de artículos- obligó a ambas a bifurcarse en dos establecimientos (el segundo se encuentra en Adriano VI) y a trabajar con género industrial.
Casi treinta años en el casco viejo deben aportar una visión formada de la coyuntura actual.
Nosotras decidimos abrir la otra tienda porque el casco antiguo estaba muerto en aquel momento. La primera peatonalización que sufrió el barrio se noto mucho. La gente ya no venía en coche.
El cuero se emplea para confeccionar múltiples artículos. ¿Resuma el género que trabajan en Tyndarus?
Nos dedicamos a la marroquinería, básicamente complementos: artículos de viaje, escritorio, bolsos, carteras, cinturones, portatrajes, mochilas... Trabajamos en artesano y también de fábrica. Alrededor del 95% de productos que tenemos en la tienda de Pintorería es industrial. Casi todo son bolsos italianos y los tenemos al 50%. Funciona como un outlet.
¿Viajan a Italia para hacerse con ellos o los adquieren por catálogo?
Viajamos a Milán desde hace unos 18 años. Aunque seguimos trabajando en el taller.
¿Cuáles son las principales demandas que les realizan?
De todo. Ahora mismo estoy haciendo el presupuesto para una mujer que quiere regalara a su marido una igual que la que usaba y se le rompió. También hacemos trabajos para empresas, regalos, cartas de restaurantes...
¿Qué ventajas tiene lo artesano en el campo del cuero?
Trabajamos muchas calidades y resitencias, pero básicamente está personalizado, podemos grabar el nombre, etcétera. Además de que por la calidad, dura más.