VITORIA. Sala Jimmy Jazz a finales del pasado mes de marzo. Con motivo de la Korrika Kulturala, Tote King acude a Gasteiz para presentar su nuevo disco. Pero los que están dentro del local de la calle Coronación no son los únicos que disfrutan de la actuación. De hecho, la misma se puede seguir en todo el mundo a través de las web del intérprete y del espacio alavés, así como, en este último caso, vía su perfil de Facebook en streaming (distribución sin interrupción de contenidos audiovisuales por la Red). No es el único caso en la capital alavesa. Desde el año pasado, la asociación Jazzargia retransmite en directo y después almacena en su portal las sesiones en el Conservatorio Jesús Guridi del ciclo Ondas de Jazz. Por no hablar de la de recitales (desde óperas hasta citas con U2) que se han podido ver en algunas salas comerciales de la ciudad al mismo tiempo que se producen al otro lado del planeta... Son sólo unos ejemplos muy cercanos de que en la cultura en general y la música en particular, el verbo de las nuevas tecnologías cada vez más se conjuga en futuro presente.
Puede que a algunos les resulte curioso que mientras el vinilo está volviendo a las casas, la revolución tecnológica avance a pasos agigantados. Pero es que se equivocan al desligar un fenómeno del otro. No es una contradicción que herramientas como Spotify (aplicación empleada para la reproducción de música vía streaming, bien sea de manera gratuita o de pago) estén cada vez más de moda con el hecho de que formatos más antiguos (aunque muy mejorados y actualizados) estén siendo promocionados por los propios músicos, en algunos casos como un elemento que distingue al posible comprador, casi como una pieza de coleccionista.
Aunque en lo que se refiere a la labor de los intérpretes en el estudio, las nuevas tecnologías vienen trabajando desde hace tiempo, lo último está siendo su aplicación a los directos. Conceptos como los conciertos interactivos se están desarrollando cada vez más y en el Estado, por ejemplo, hay soportes como eMe que están retransmitiendo actuaciones de gente como Maldita Nerea o El Pescao al tiempo que permiten la conexión de los seguidores y los músicos entre canción y canción.
Con todo, también la distribución de CD está buscando nuevas vías para encontrarse con el público más allá de las grandes superficies, en las por lo general que no se trata del todo bien al producto, y de las tiendas pequeñas y especializadas, cuyo número a disminuido tanto en los últimos años aunque su calidad ha aumentado de manera exponencial.
Ahí están, por ejemplo, experiencias como la del músico vasco Josu Bergara que con el álbum Nora zoaz ha tomado lo que ya se hace en el sector de las letras a través del bookcrossing (es decir, la liberación de ejemplares en lugares públicos) para llegar a medio mundo con el CDcrossing (sus canciones han aparecido en Rusia, Argentina o Nueva Zelanda, entre otros países). Esta última práctica viene realizándose desde hace muy pocos años, pero su validez se está afianzando. No es la única vía. Revistas especializadas y gratuitas como MondoSonoro han comenzado a distribuir de manera gratuita títulos de nuevas producciones de grupos independientes.
Y no sólo eso. Hay portales que se ofrecen de intermediarios virtuales para fabricar CD, distribuirlos tanto en la Red como de manera física, y hacer de agencia de prensa y promoción. Es el caso, por ejemplo, de The Borderline Music, aunque no es el único lugar donde acudir.
A todo esto hay que sumarle herramientas que son ya más veteranas y que siguen creciendo como Myspace, el propio Facebook y otras redes sociales, espacios donde la música busca salidas al estancamiento que la gran industria la quiere someter.
Eso sí, no todo el mundo está del todo de acuerdo con la utilización de algunas de estas herramientas. Conjugar algunas de ellas con los derechos de autor no es nada sencillo y eso que determinados formatos, por ejemplo, de distribución de música en streaming de pago están empezando a funcionar muy bien (como ya viene sucediendo en el caso del cine, que en este caso va bastante por delante). De todas formas, el sector musical está todavía en pleno proceso de cambio, enfrentándose también a aquellos que se resisten a los cambios por el mero hecho de mantener sus privilegios económicos. El futuro ya está aquí y habrá que ver cómo se va configurando y despejando. El que se quede atrás, desaparecerá.