CUALQUIERA que conozca mínimamente la obra de Iban Zaldua (Donostia, 1966) sabrá de su afición por introducir guiños musiqueros en sus historias. Su último libro, Biodiskografiak (Erein), supone la sublimación de ese hábito, ya que ha empleado 39 discos como "punto de partida" de otros tantos cuentos que transitan entre la realidad y la ficción, y que reflejan las preocupaciones habituales del escritor.
Para hacer más musical aún la presentación, oficiada por el periodista Beñat Sarasola, ésta tuvo lugar en uno de los garitos con mayor solera de la capital guipuzcoana, el club Le Bukowski. Además, antes y después de la presentación el músico guipuzcoano Giorgio Bassmatti interpretó versiones de Nick Drake, Stone Roses, The Smiths y otros artistas que planean por las páginas de Biodiskografiak. Entre los asistentes, un buen puñado de allegados y amigos del autor, además de escritores y músicos como Xabier Montoia, Felipe Juaristi, Uxue Apaolaza, Lander Garro, Jabier Muguruza y Mikel Hernández Abaitua, entre otros. Este último firma el epílogo del libro cuyo prólogo corre a cargo de Fermin Etxegoien.
"paradójico y contradictorio"
El disco como base del relato
Vestido para la ocasión con una camiseta del disco Unknown Pleasures de Joy Division, Zaldua explicó que las primeras versiones de los cuentos se publicaron en la revista Nabarra, y se refirió a la compilación como "un libro paradójico y contradictorio". En primer lugar, porque el proyecto nació "con una intención experimental" pero el resultado final es, a su juicio, "bastante convencional". Son 38 cuentos y, como es habitual en Zaldua, el extra en la contraportada, Mezu ezkutua, que en este caso podría haberse titulado Bonus track.
Dipuestos en orden cronológico, cada texto tiene como "base" un disco publicado en los últimos 40 y tantos años. Prácticamente todos los grupos son anglosajones -ganan los británicos- y sólo hay dos nombres cercanos: Itoiz, con Alkolea, y Los planetas, con Una semana en el motor de un autobús. El primer relato, Nire jaiotza-data (I), está inspirado por Revolver (1966), de The Beatles, y el último, Festibalera, lo espolea 22 Dreams (2008), de Paul Weller. Por su "forma", el libro se asemeja a una de esas enciclopedias musicales que tanto gustan al autor. "Seguramente y para mi vergüenza, una de las obras que más veces he leído en mi vida no es el Ulises de Joyce ni el Manhattan Transfer de Dos Passos, sino una Historia del Rock que El País publicó por fascículos hace años", aseguró.
Ahora bien. Pese a esa apariencia de "minienciclopedia", los discos que han originado esta compilación no son los preferidos de Zaldua. "No es un listado del tipo: 'Los 39 discos que deberías tener'. En ese caso, yo habría hecho una lista diferente, porque de The Cure, por ejemplo, he rescatado The Top, cuando mi favorito es Faith, y de New Order aparece Movement, cuando me gusta más Low-Life. He escogido unos álbumes sobre otros por su capacidad de crear una historia o despertar un recuerdo", explicó.
En segundo lugar, calificó de "paradójico" que Biodiskografiak pueda leerse como su libro "más autobiográfico" y que sea "tan de ficción" como lo anteriores. Tras este trabajo se escondía la idea inicial de que "la música pop es la banda sonora de nuestra vida". Y como Zaldua no siente nostalgia de la infancia, que no le resulta atractiva, dirigió el retrovisor a su adolescencia y a los imprescindibles años de instituto. Así, el grueso de los álbumes elegidos pertenecen a los años 80. "Del rock sinfónico a la new wave, y del techno pop al after punk, ésa ha sido parte de mi juventud", subrayó. Por eso, aunque la "tentación" de hacer una autobiografía "era grande", al final se impuso la opción de la ficción, el único modo en el que el autor se siente cómodo hablando de sí mismo. De ahí el subtítulo elegido: Discos, casetes y otros recuerdos falsos. Finalmente, reconoció sin pudor el carácter "esnob" de su propuesta. "Qué se puede esperar de un tipo que escribe sobre Nick Drake, The Kinks, Van der Graaf Generator, New Order, The Smiths, Echo & The Bunnymen, The Sound, The Dukes of Stratosphear, Ivy o Interpol", bromeó, para lamentar haber perdido la oportunidad de ser "un esnob con clase" hablando de jazz "como Julio Cortázar o Harkaitz Cano". "Yo he elegido el pop porque la música me atrapó junto a la literatura en la adolescencia. No leí a Cortázar escuchando jazz como es preceptivo, sino Talking Heads o XTC. No disfruté de Juan Goytisolo con música folk del Magreb, sino con The Durutti Column y Radio Futura. A Borges no lo leí con milongas o Brahms, sino poniendo cintas de King Crimson y The Cure", zanjó.