Alo largo de las décadas, el fotógrafo ha sido ese ser que incomoda a los poderes recalcitrantes, impositivos y acomodados. Hoy, como ayer, las lentes descaradas de los reporteros gráficos roban instantes crudos y descarnados a la realidad social. Y no siempre se trata sólo de informar. También de denunciar. Una prueba indiscutible de esta vocación del foto-reporterismo se encuentra en la exposición retrospectiva que acoge hasta el 22 de agosto el Museo Reina Sofía de Madrid. Bajo el título Una luz dura, sin compasión, la muestra recoge en torno a 1.000 documentos, sobre todo fotos y revistas, que plasman el que fue el movimiento de la fotografía obrera entre 1926 y 1939. Así, este museo logra plasmar toda la crudeza de la corriente de la fotografía documental proletaria (con clara vocación de denuncia), en la que los protagonistas fueron en buena parte fotógrafos no profesionales de clase media y obrera. A medida que avanzaban los años 30, el movimiento de la fotografía obrera fue languideciendo y fueron los fotógrafos profesionales los que asumieron la tarea de representar la nueva cultura proletaria.

Con esta ambiciosa muestra, que se extiende a lo largo de doce salas de la pinacoteca y que está comisariada por el fotógrafo Jorge Ribalta, se pretende también darle a este movimiento la importancia que merece dentro de la historia de la fotografía, ya que a menudo se ha visto marginado o postergado. Así, el visitante puede perderse en la extensa muestra que recoge también publicaciones que tienen mucho de la propaganda socialista y comunista del momento. Contemplar con detenimiento cada foto supone estremecerse ante las imágenes crudas, ante las miradas intensas de sus protagonistas anónimos. El espectador no puede más que preguntarse qué hay detrás de ese instante duro y cotidiano de cada mujer, cada hombre y cada niño que se deja captar por la cámara; esa cámara reivindicativa que demuestra lo que fue la alianza entre fotógrafos y el movimiento obrero revolucionario.

un concurso de fotografía

"Los horrores de la miseria social"

La exposición arranca con el que sin duda fue un hito dentro de la fotografía obrera, que es el concurso que convocó en 1926 la revista comunista alemana AIZ (Arbeiter Illustrierte Zeitung). Esta publicación animó a los fotógrafos amateurs a enviarles imágenes de la vida cotidiana proletaria y de las condiciones del trabajo industrial. Este concurso se enmarca en un momento en el que la prensa ilustrada estaba jugando un papel ideológico y social que emergía como "necesidad de crear un contrapoder mediático a la hegemonía de la prensa burguesa", tal y como explica Ribalta, comisario de la muestra.

Este concurso establecía como condiciones de las fotografías que se presentaran que estas debían mostrar los movimientos revolucionarios entre los trabajadores, sus condiciones sociales, su vida cotidiana, sus lugares de trabajo... En definitiva, la idea era "capturar la belleza del propio trabajo y también los horrores de la miseria social". A partir de ese momento, la revista fue publicando periódicamente imágenes enviadas por los fotógrafos obreros. De esta época, la muestra recoge trabajos de fotógrafos como Eugen Heiling, John Heartfield, Erich Rinka o Max Alpert.

También se plasma en la muestra un paradigmático reportaje que se publicó en el AIZ en el que se hacía un seguimiento de 24 horas en la vida de una familia obrera de Moscú, los Filipov. Pero, mientras este trabajo trataba de transmitir los logros del socialismo en las condiciones de vida de la clase trabajadora, el grupo de fotógrafos obreros de Berlín hizo posteriormente su propia versión del reportaje centrándose en otra familia, los Fournes, en donde mostraban todo lo contrario: la miseria del proletariado en el capitalismo y bajo la crisis económica.

La exposición nos lleva al viaje que hace este movimiento de fotografía obrera a través de Europa durante la primera mitad de los años 30, donde se van constituyendo organizaciones de fotógrafos en lugares como Alemania, Francia, Holanda, e incluso llega a Estados Unidos.

La muestra finaliza con una recopilación de fotografías de la Guerra Civil española, que supuso el tramo final y la derrota del proyecto documental proletario. En España no existió un movimiento de la fotografía obrera, pero sí que estuvieron presentes durante la contienda un buen puñado de fotógrafos del movimiento en Europa, como Walter Reuter, Roman Karmen, Tina Modotti o Robert Capa, entre otros. Los frentes y la vida cotidiana de aquella guerra fueron captados por sus cámaras para la prensa internacional.

La ambiciosa muestra que acoge el Reina Sofía va a tener toda una serie de actividades paralelas, como la proyección de documentales o coloquios, que ayudarán al espectador a entender esta intensa, comprometida y desconocida etapa de la historia de la fotografía.