madrid. El escritor argentino Alberto Manguel recorre en un libro su increíble vida, que lo ha llevado a residir en varios continentes y a acumular una biblioteca de casi 40.000 volúmenes, y que le ha hecho también no creer en fronteras y rechazar los nacionalismos exacerbados.
"No creo en fronteras dogmáticas ni políticas ni literarias", aseguró ayer Manguel a Efe a propósito del libro Conversaciones con un amigo, publicado por Páginas de Espuma y La Compañía. El libro contiene conversaciones con su editor francés, Claude Rouquet, en las que Manguel habla de su pasión por los libros, defiende la necesidad de no quedarse callado "frente a las injusticias" y muestra una cierta culpabilidad por su falta de reacción ante la dictadura argentina. "Yo no reaccioné como hubiese debido ante la dictadura, y como reaccionaron tantos otros que fueron torturados, asesinados y obligados al exilio", decía ayer Manguel, quien en su nueva obra resume su actitud con esta frase: "Yo fui sólo un turista en el infierno". Este escritor, traductor, editor y antólogo, tuvo sus razones para comportarse así en aquellos duros años de la dictadura, y eso hace que se tome "mucho más tiempo antes de juzgar a los que no actúan en otras circunstancias".
La infancia de Manguel fue "bastante extraña", reconoce el escritor. Su padre fue nombrado embajador de Argentina en el recién creado Estado de Israel y delegó la educación del niño en una niñera checa de familia judía alemana, llamada Ellin Slonitz, que hizo de "padre y madre" para el pequeño. Cuando fue creciendo, y tras la experiencia enriquecedora de trabajar a los 15 años como lector para Borges, que se había quedado ciego a principios de los 50, Manguel empezó a cambiar de país como quien cambia de camisa y a lo largo de su vida ha vivido en Europa, Tahití y Canadá. Desde hace 11 años reside en Mondion (Francia), donde alberga su inmensa biblioteca. En Conversaciones con un amigo Manguel critica con dureza cierto tipo de arte contemporáneo, "que son estafas contra las que no se alza ninguna voz", y rechaza con rotundidad "la mala literatura deliberada, al estilo de Paulo Coelho, Ángeles Mastretta o Michel Houellebecq".