vitoria. "¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se miran a sí mismos!". Ni de sí mismos ni de la -presunta- lejanía del texto han tratado de escapar los integrantes de la compañía Mirage, que hoy se acercan hasta la sala Harresi de Agurain. Lo hacen desde un revisitado siglo XVI, desde un Lazarillo de Tormes que testa la vigencia de sus peripecias a partir de las 20.00. El mozalbete crece y se convierte en Lázaro.

Un Lázaro que, nada más levantarse y andar, cosechó una avalancha de buenas críticas entre especialistas y colegas de profesión. Un texto tan clásico siempre hace volverse a las miradas, aporta una atención extra, una suerte de examen. ¿Cómo lo harán estos de Mirage con el Lazarillo? "Estos compañeros consiguieron interpretar la realidad de Lázaro de un modo tan personal, con una mirada tan críticamente contemporánea, que han conseguido fabricar un modelo de referencia del Lázaro a tener en cuenta desde ahora en el teatro. Salí haciéndome más preguntas acerca de la realidad que vivimos, quizás porque nadie pregunta con la profundidad con que pregunta el teatro cuando es teatro", explica uno que sabe de esto, Juan Diego.

Engaño, miseria, picardía, hambre, tretas, amos, siervos, abandono, dependencia, soledad, traición, necesidad... y otra vez engaño. Mediante timos y mentiras el Lazarillo alcanza una madurez basada en el sacrificio de la conciencia, el autoengaño y la elección de ignorar lo para poder vivir en paz.

Tres actores -Daniel Gallardo, Miguel Oyarzun y Miguel Pérez-Muñoz-, un montón de ropa, y algo de música -todo dirigido por Juan Ayala- serán lo único necesario para desplegar su ácida crítica a la sociedad de su tiempo, al oír, ver y callar, a la doble moral que devuelve, como un espejo, una imagen clara de lo que aún somos.

Todo partió de un proceso de investigación que dio lugar a una breve presentación en el Instituto Cervantes de Londres. Fue la semilla de un proyecto que derivó en un proceso de ensayos entre el mismo Instituto Cervantes de Londres, La Farinera del Clot de Barcelona y el Centro Cultural Joan Manuel Serrat de Algete, enriquecido con talleres con menores inmigrantes no acompañados, en colaboración con La Chavalería de Barcelona.

El Lazarillo de Tormes se presta para escenificar las relaciones de poder entre amo y siervo y, por extensión, las relaciones humanas donde la jerarquía, aunque pueda ser flexible, es imposible de erradicar. Un viaje en solitario donde Lázaro aprende de sus amos -a base de palos- que la única forma que tiene para sobrevivir es el engaño. Una sucesión de estrategias que el protagonista revela ya sea contando las tretas de otros o poniendo en práctica las suyas, ingeniadas por el instinto de supervivencia.

Manual de la picaresca, ejemplificación del camino hacia la pérdida de la inocencia, el espectáculo que le da vida hace al público partícipe de este viaje, a veces como observador y otras de forma cómplice. En el siglo XVI, el imperio "donde no se ponía el sol" vaciaba las arcas en las luchas de religión. Paradójicamente, España, extraordinariamente rica, se moría de hambre. Cinco siglos después, la crisis, los intereses sustentados por medios opresivos y al amparo de la ley y el poder, se revelan como fundamento tanto de la historia de Lázaro como de la actualidad. El Tormes pasa hoy por Agurain.